Uno de nuestros suscriptores de La Haya (Holanda), nos comunica
el siguiente hecho que sucedió en un Círculo de amigos que se
ocupaba de manifestaciones espíritas. Esto prueba una vez más –
agrega él– y sin ninguna contestación posible, la existencia de un
elemento inteligente e invisible que actúa individual y directamente
con nosotros.
Los Espíritus se anuncian moviendo una mesa pesada y dando
golpes. Se les preguntan sus nombres: son los fallecidos Sr. y Sra.
G..., muy ricos durante esta existencia; el marido, de quien provenía
la fortuna, al no tener hijos, hubo desheredado a sus parientes
próximos en favor de la familia de su mujer, fallecida poco tiempo
antes que él. Entre las nueve personas presentes a la sesión, se
encontraban dos señoras desheredadas, así como también el marido
de una de ellas.
El Sr. G... fue siempre un pobre diablo y el más humilde servidor
de su mujer. Después de la muerte de ésta, su familia se instaló en su
casa para cuidar de él. El testamento fue hecho con el certificado de un médico, declarando que el moribundo gozaba de la plenitud de
sus facultades.
El marido de la señora desheredada, que designaremos con la
inicial R..., tomó la palabra en estos términos: «¡Cómo os atrevéis a
presentaros aquí después del escandaloso testamento que habéis
hecho!» Después, exaltándose cada vez más, terminó por decirle
injurias. Entonces, la mesa dio un salto y lanzó una lámpara con
fuerza a la cabeza del interlocutor. Éste le pidió disculpas por haber
tenido ese primer impulso de cólera, y les preguntó qué venían ellos
a hacer allí. –Resp. Hemos venido a explicaros los motivos de
nuestra conducta. (Las respuestas eran dadas a través de golpes que
indicaban las letras del alfabeto.)
El Sr. R..., conociendo la ineptitud del marido, le dijo bruscamente
que se retirara y que sólo escucharía a su mujer.
Entonces ésta, en Espíritu, dijo que la Sra. R... y su hermana eran
bastante ricas como para tomar parte de la herencia; que otros eran
malos, y que otros, en fin, debían sufrir esta prueba; que por esas
razones esta fortuna convenía más a su propia familia. El Sr. R... no
se contentó con esas explicaciones y descargó su cólera en reproches
injuriosos. Entonces, la mesa se agitó violentamente, se irguió, dio
fuertes golpes en el parqué y otra vez volcó la lámpara sobre el Sr.
R... Luego de hacerse la calma, el Espíritu trató de persuadirlos
señalando que después de su muerte se había enterado que el
testamento había sido dictado por un Espíritu superior. El Sr. R... y
las señoras, no queriendo proseguir con una discusión inútil, le
ofrecieron un perdón sincero. Inmediatamente la mesa se levantó del
lado del Sr. R... y se posó suavemente como dándole un abrazo junto
a su pecho; las dos señoras recibieron el mismo gesto de gratitud; la
mesa tenía una vibración muy pronunciada. El buen criterio había
prevalecido; el Espíritu se compadeció de la actual heredera,
diciendo que ella terminaría enloqueciendo.
El Sr. R... le reprochó también, pero afectuosamente, por no haber
hecho el bien durante su vida con una fortuna tan grande, agregando
que ella no era recordada por nadie. «Sí –respondió el Espíritu–, hay
una pobre viuda que vive en la calle ..., que piensa frecuentemente
en mí, porque algunas veces le di alimento, ropa y leña.»
Al no haber dado el Espíritu el nombre de esta pobre mujer, uno
de los asistentes fue en busca de la misma y la encontró en la
dirección indicada; y lo que no es menos digno de señalar es que,
desde la muerte de la Sra. G..., la pobre viuda había cambiado de
domicilio; este último es el que ha sido indicado por el Espíritu.