Varias veces nos han preguntado por qué no respondemos, en
nuestro periódico, a los ataques de ciertas publicaciones dirigidas
contra el Espiritismo en general, contra sus partidarios, e incluso
algunas veces contra nosotros. En ciertos casos, creemos que el
silencio es la mejor respuesta. Además, hay un género de polémica
del cual nos hemos hecho una ley abstenernos: la que puede
degenerar en personalismo; no sólo esto nos repugna, sino que nos
tomaría un tiempo que podemos emplear más útilmente, siendo
también muy poco interesante para nuestros lectores, los cuales se
suscriben para instruirse y no para escuchar diatribas más o menos
espirituosas; ahora bien, una vez introducidos en este camino, sería
difícil salir del mismo; es por eso que preferimos no entrar en él, y
pensamos que con esto el Espiritismo ha de ganar en dignidad. Hasta
el presente no tenemos sino que regocijarnos por nuestra
moderación; de la misma no nos desviaremos, y jamás le daremos
esa satisfacción a los amantes del escándalo.
Pero hay polémicas y polémicas; existe una ante la cual nunca
retrocederemos: la discusión seria de los principios que profesamos.
No obstante, aquí hay igualmente una distinción que hacer; si no se
trata más que de ataques generales dirigidos contra la Doctrina, sin
otra finalidad determinada que la de criticar, y por parte de personas
que resolvieron rechazar todo lo que no comprenden, esto no merece
que nos ocupemos de ellas; el terreno que a cada día gana el
Espiritismo es una respuesta suficientemente perentoria y que debe
probarles que sus sarcasmos no han producido gran efecto; también
señalaremos que el fuego graneado de bromas, de las cuales no hace
mucho los partidarios de la Doctrina eran objeto, va cesando poco a
poco; nos preguntamos si hay razón para reírse cuando se ven a
tantas personas eminentes adoptar estas nuevas ideas; algunos no
ríen más que con desdén y por costumbre, mientras que muchos
otros de ningún modo se ríen más, y esperan.
Señalemos además que, entre los críticos, hay muchas personas
que hablan sin conocer la cuestión, sin darse al trabajo de
profundizarla; para responderles sería necesario, incesantemente,
recomenzar las explicaciones más elementales y repetir lo que ya
hemos escrito, cosa que creemos inútil. No sucede lo mismo con
aquellos que han estudiado y que no han comprendido todo, que
quieren seriamente esclarecerse y que plantean objeciones con
conocimiento de causa y de buena fe; en este terreno nosotros
aceptamos la controversia, sin jactarnos de resolver todas las
dificultades, lo que sería demasiado presuntuoso. La ciencia espírita
está en sus comienzos y aún no nos ha dicho todos sus secretos, por
más portentosos que hayan sido los que nos fueron develados. ¿Cuál
es la Ciencia que todavía no posee casos misteriosos e inexplicados?
Por lo tanto, reconoceremos sin avergonzarnos nuestra insuficiencia
sobre los puntos a los cuales no nos fuere posible responder. De esta
manera, lejos de rechazar las objeciones y las preguntas, nosotros las
solicitamos –porque es un medio de esclarecimiento–, con tal que
las mismas no sean triviales y desde que no nos hagan perder
nuestro tiempo en futilidades.
Es esto lo que llamamos polémica útil, y lo será siempre cuando
tenga lugar entre personas serias que se han de respetar bastante para
no faltar a las conveniencias. Podemos pensar diferentemente sin
aminorar nuestra estima por ello. En definitiva, ¿qué buscamos
todos en esta cuestión tan palpitante y tan fecunda del Espiritismo?
Esclarecernos; primeramente, nosotros buscamos la luz, de cualquier
parte de donde venga, y al emitir nuestra manera de ver no
pretendemos imponer a nadie nuestra opinión individual: la
entregamos a la discusión y estamos dispuestos a abandonarla si se
nos demuestra que estamos equivocados. Esta polémica la hacemos
todos los días en nuestra Revista, a través de las respuestas o de las
refutaciones colectivas que tenemos ocasión de hacer sobre tal o
cual artículo, y aquellos que nos hacen el honor de escribirnos
encontrarán siempre allí la respuesta a lo que nos preguntan, cuando
no nos sea posible darla individualmente por escrito, ya que el
tiempo material no siempre nos lo permite. Sus preguntas y sus
objeciones son otros tantos temas de estudio, de los cuales sacamos
provecho y de los que estamos felices en hacer aprovechar a
nuestros lectores, tratándolos a medida que las circunstancias
presenten hechos que puedan tener relación con ellos. Para nosotros
también es un placer dar verbalmente las explicaciones que pueden
sernos solicitadas por las personas que nos honran con su visita y en
las reuniones marcadas por una benevolencia recíproca, en las que
nos esclarecemos mutuamente.