Uno de los miembros de la Sociedad nos da a conocer una carta de
uno de sus amigos de Boulogne-sur-Mer, en la cual leemos el
siguiente pasaje. Esta carta data del 26 de julio de 1856.
«Desde que por órdenes de los Espíritus he magnetizado a mi hijo,
éste se ha vuelto un médium muy raro; por lo menos es lo que él me
ha revelado en estado sonambúlico, en el cual yo lo había puesto a petición suya el
14 de mayo último, y cuatro o cinco veces después.
«Para mí está fuera de duda que, despierto, mi hijo conversa
libremente con los Espíritus que desea, por intermedio de su guía,
que él llama familiarmente de amigo; que a voluntad él se transporta
en Espíritu adonde quiere, y voy a citaros un hecho del cual tengo
pruebas escritas en mis manos.
«Hace hoy exactamente un mes, estábamos los dos en el comedor.
Yo leía el curso de Magnetismo del Sr. Du Potet, cuando mi hijo
tomó el libro y lo hojeó; al llegar a un cierto trecho, su guía le dijo al
oído: Lee esto. Era la historia de un doctor de América, cuyo
Espíritu había visitado a un amigo a 15 ó 20 leguas de allí, mientras
dormía. Después de haberlo leído, mi hijo dijo: Me gustaría hacer un
pequeño viaje semejante. –¡Pues bien! ¿Adónde quieres ir? –le dijo
su guía. –A Londres, respondió mi hijo, a ver a mis amigos, y
nombró a aquellos que deseaba visitar.
«Mañana es domingo, fue la respuesta; no estás obligado a
levantarte temprano para trabajar. Dormirás a las ocho e irás a viajar
a Londres hasta las ocho y media. El próximo viernes recibirás una
carta de tus amigos que te harán reproches por haberte quedado tan
poco tiempo con ellos.
«Efectivamente, al día siguiente por la mañana, a la hora indicada,
se durmió con un sueño muy pesado; a las ocho y media lo desperté:
él no se acordaba de nada; por mi parte, no dije una palabra,
esperando el resultado.
«El viernes siguiente yo trabajaba en una de mis máquinas y,
como de hábito, fumaba, después de almorzar; al observar el humo
de la pipa, mi hijo me dijo: ¡Mira! Hay una carta en el humo. –
¿Cómo ves una carta en el humo? –Tú vas a verla, respondió, porque
he aquí al cartero que la trae. Efectivamente, el cartero venía a
entregar una carta de Londres, en la cual los amigos de mi hijo le
reprochaban por haber pasado con ellos solamente algunos
momentos el domingo anterior, de las ocho a las ocho y media,
relatando una multitud de detalles que sería demasiado largo repetir
aquí, entre los cuales el hecho singular de haber comido con ellos. Tengo la carta –como os lo he dicho– que prueba que no he
inventado nada.»
Después de haber sido contado el caso anterior, uno de los
asistentes dijo que la Historia relata varios hechos semejantes. Citó a
san Alfonso de Ligorio, que fue canonizado antes del tiempo
requerido, por haberse mostrado simultáneamente en dos lugares
diferentes, lo que fue considerado un milagro.
San Antonio de Padua se encontraba en España, y en el momento
en que predicaba, su padre (en Padua) marchaba al suplicio, acusado
de asesinato. En ese momento san Antonio aparece, demuestra la
inocencia de su padre, y da a conocer al
verdadero criminal, que más tarde sufrió su castigo. Fue constatado
que san Antonio estaba en ese mismo momento en España.
Al haber sido evocado san Alfonso de Ligorio, le hemos
dirigido las siguientes preguntas:
1. ¿Es real el hecho por el cual habéis sido canonizado? –Resp. Sí.
2. ¿Es excepcional este fenómeno? –Resp. No; puede presentarse
en todos los individuos desmaterializados.
3. ¿Era ése un justo motivo para canonizaros? –Resp. Sí, ya que
por mi virtud me había elevado hacia Dios; sin esto no hubiese
podido transportarme a dos lugares al mismo tiempo.
4. ¿Merecerían ser canonizados todos los individuos en los cuales
este fenómeno se presenta? –Resp. No, porque todos no son
igualmente virtuosos.
5. ¿Podríais darnos la explicación de este fenómeno? –Resp. Sí; el
hombre, cuando por su virtud se ha desmaterializado completamente
y ha elevado su alma hacia Dios, puede aparecer en dos lugares al
mismo tiempo; he aquí cómo: el Espíritu encarnado, sintiendo venir
el sueño, puede pedir a Dios para transportarse a cualquier lugar. Su
Espíritu o alma –como queráis llamarlo– abandona entonces su
cuerpo, seguido de una parte de su periespíritu, y deja la materia
inmunda en un estado parecido al de la muerte. Digo parecido al de
la muerte, porque ha quedado en el cuerpo un lazo que une el
periespíritu y el alma a la materia física, y este lazo no puede ser
definido. Por lo tanto, el cuerpo aparece en el lugar deseado. Creo
que es todo lo que deseáis saber.
6. Esto no nos da la explicación de la visibilidad y de la
tangibilidad del periespíritu. –Resp. Al encontrarse el Espíritu
desprendido de la materia, según su grado de elevación, puede hacer
tangible la materia.
7. Sin embargo, ciertas apariciones tangibles de manos y de otras
partes del cuerpo pertenecen evidentemente a los Espíritus de un
orden inferior. –Resp. Son los Espíritus superiores que se sirven de
Espíritus inferiores para probar la cuestión.
8. ¿Es indispensable el sueño del cuerpo para que el Espíritu
aparezca en otros lugares? –Resp. El alma puede dividirse cuando
se siente trasladada a un lugar diferente de aquel en que se encuentra
el cuerpo.
9. ¿Qué le sucedería a un hombre que está inmerso en el sueño,
mientras que su Espíritu aparece en otra parte, si él fuese despertado
súbitamente? –Resp. Esto no sucedería, porque si alguien tuviera la
intención de despertarlo, el Espíritu volvería al cuerpo y habría de
prever la intención, puesto que el Espíritu lee el pensamiento.
Tácito relata un hecho análogo:
Durante los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para
esperar el retorno periódico de los vientos de verano y de la estación
en que el mar se vuelve seguro, sucedieron varios prodigios, a través
de los cuales se manifestó el favor del cielo y el interés que los
dioses parecían tener por este príncipe...
Estos prodigios aumentaron en Vespasiano el deseo de visitar la
sagrada morada del dios para consultarlo sobre asuntos del imperio.
Ordenó que el templo fuese cerrado para todos: habiendo allí
entrado, y totalmente atento a lo que iba a pronunciar el oráculo,
percibió detrás de él a uno de los principales egipcios, llamado
Basílides, que sabía que estaba enfermo a muchas jornadas de
Alejandría. Se informó con los sacerdotes si Basílides había venido
ese día al templo; se informó con los transeúntes si lo habían visto
en la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en ese
mismo momento él estaba a ochenta millas de distancia. Entonces,
no dudó más de que la visión había sido sobrenatural, y el nombre
de Basílides le sirvió de oráculo. (TÁCITO. Historias, libro IV,
caps. 81 y 82. Traducción de Burnouf.)
Después de que esta comunicación nos fue dada, varios hechos del
mismo género –cuya fuente es auténtica– nos han sido contados, y
entre ellos están los más recientes, que por así decirlo han tenido
lugar en nuestro medio, y que se presentaron en las circunstancias
más singulares. Las explicaciones a las que dieron lugar amplían
singularmente el campo de las observaciones psicológicas.
La cuestión de los hombres dobles, relegada antiguamente a los
cuentos fantásticos, parece así tener un fondo de verdad.
Próximamente volveremos sobre el tema.