Sr. Morisson, monomaníaco.
En el mes de marzo último un periódico inglés daba la siguiente
noticia sobre el Sr. Morisson, que acaba de morir en Inglaterra
dejando una fortuna de cien millones de francos. Dice ese periódico
que, en los dos últimos años de su vida, él era presa de una singular
monomanía. Imaginaba que estaba reducido a una extrema pobreza
y que debía ganar su pan cotidiano mediante un trabajo manual. Su
familia y sus amigos habían reconocido que era inútil sacarlo del
engaño; él tenía la convicción de que era pobre, de que no tenía un
chelín y que era necesario trabajar para vivir. Por lo tanto, a cada
mañana le ponían una azada en la mano y lo mandaban a trabajar en
sus jardines. Luego volvían a buscarlo: su tarea estaba terminada;
entonces, se le pagaba un modesto salario por su trabajo y él se
ponía contento; su espíritu estaba tranquilizado, su manía satisfecha.
Hubiera sido el más infeliz de los hombres si lo hubiesen
contrariado.
1. Ruego a Dios Todopoderoso que permita al Espíritu Morisson,
que acaba de morir en Inglaterra dejando una considerable fortuna,
comunicarse con nosotros. –Resp. Él está aquí.
2. ¿Recordáis el estado en el cual os encontrabais en los dos
últimos años de vuestra existencia corporal? –Resp. Ha sido siempre el mismo.
3. Después de vuestra muerte, ¿se resintió vuestro Espíritu de la aberración de sus facultades durante la encarnación? –Resp. Sí. –San
Luis completa la respuesta diciendo espontáneamente: Desprendido del cuerpo, el Espíritu se resiente algún tiempo de la compresión de sus lazos.
4. Así, una vez muerto, ¿no recobró inmediatamente vuestro
Espíritu la plenitud de sus facultades? –Resp. No.
5. ¿Dónde estáis ahora? –Resp. Atrás de Ermance.
6. ¿Sois feliz o infeliz? –Resp. Me falta algo... No sé qué... Yo busco... Sí, sufro.
7. ¿Por qué sufrís? –Resp. Él sufre por el bien que no ha hecho. (San Luis.)
8. ¿De dónde os venía esa manía de creeros pobre con una fortuna tan grande? –Resp. Yo lo era; el verdadero rico es aquel que no tiene necesidades.
9. ¿De dónde os venía, sobre todo, esa idea de que os era necesario trabajar para vivir? –Resp. Estaba loco; aún lo estoy.
10. ¿Cómo os llegó esa locura? –Resp. ¡Qué importa! Yo había elegido esta expiación.
11. ¿Cuál era el origen de vuestra fortuna? –Resp. ¿Qué os importa?
12. Sin embargo, el invento que habéis hecho ¿no tenía como objetivo aliviar a la Humanidad? –Resp. Y de enriquecerme.
13. ¿Qué uso hacíais de vuestra fortuna cuando gozabais enteramente de vuestra razón? –Resp. Ningún uso; creo que la disfrutaba.
14. ¿Por qué Dios os concedió la fortuna, ya que no haríais de ella un uso útil para los otros? –Resp. Yo había elegido esa prueba.
15. Aquel que goza de una fortuna adquirida con su trabajo, ¿no tiene más disculpas por retenerla que aquel que nace en el seno de la opulencia y que nunca ha conocido la necesidad? –Resp. Menos. –
San Luis agrega: Aquél conocía el dolor y no lo alivió.
16. ¿Recordáis la existencia que precedió a la que acabáis de dejar? –Resp. Sí.
17. ¿Qué erais entonces? –Resp. Un obrero.
18. Nos habéis dicho que sois infeliz; ¿veis un término a vuestro sufrimiento? –Resp. No. –San Luis agrega: Es demasiado pronto.
19. ¿De quién depende esto? –Resp. De mí. Aquel que está aquí me lo ha dicho.
20. ¿Conocéis aquel que está aquí? –Resp. Vos lo llamáis Luis.
21. ¿Sabéis lo él ha sido en Francia, en el siglo XIII? –Resp.
No... Lo conozco por vosotros... Agradezco por lo que él me ha
enseñado.
22. ¿Creéis en una nueva existencia corporal? –Resp. Sí.
23. Si debéis renacer en la vida corporal, ¿de quién dependerá la
posición social que tendréis? –Resp. Creo que de mí. Tantas veces
he elegido que sólo puede depender de mí.
Nota – Estas palabras: Tanto he elegido, son características. Su
estado actual prueba que, a pesar de sus numerosas existencias, poco
ha progresado, y que siempre es un recomenzar para él.
24. ¿Qué posición social elegiríais si pudieseis recomenzar? –
Resp. Baja; se marcha más seguro; uno no está encargado sino de sí
mismo.
25. (A san Luis) ¿No hay un sentimiento de egoísmo al elegir una
baja posición, donde uno no debe encargarse sino de sí mismo? –
Resp. En ninguna parte uno se encarga solamente de sí mismo; el
hombre responde por aquellos que lo rodean, no sólo por las almas
cuya educación le es confiada, sino también por otras: el ejemplo
hace todo el mal.
26. (A Morisson) Os agradecemos por haber tenido a bien
responder a nuestras preguntas, y rogamos a Dios que os dé la fuerza
para soportar nuevas pruebas. –Resp. Vosotros me habéis aliviado, y
he aprendido.
Nota – Se reconoce fácilmente en las respuestas anteriores el
estado moral de este Espíritu; éstas son breves y, cuando no son
monosilábicas, tienen algo de sombrío y de vago: un loco
melancólico no hablaría de otra manera. Esa persistencia de la
aberración de las ideas después de la muerte es un hecho destacable,
pero no es una constante, o a veces presenta un carácter totalmente
diverso. Al respecto, tendremos ocasión de citar varios ejemplos,
estando en condiciones de estudiar los diferentes géneros de locura.
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El suicida de la Samaritana
Últimamente los diarios han informado el siguiente hecho: «Ayer
(7 de abril de 1858), hacia las siete horas de la noche, un hombre de
unos cincuenta años, y vestido apropiadamente, se presentó en el
establecimiento de la Samaritana y pidió que le preparasen un baño.
Admirándose el empleado de servicio de que después de un
intervalo de dos horas este individuo no haya llamado, decidió entrar
en el cuarto para ver si no estaba indispuesto. Entonces fue testigo
de un horrible espectáculo: aquel desdichado se había cortado la
garganta con una navaja de afeitar, y toda su sangre se había
mezclado con el agua de la bañera. No habiendo podido establecerse
su identidad, el cadáver fue transportado a la Morgue.»
Pensamos que podríamos extraer una enseñanza útil a nuestra
instrucción mediante una conversación con este hombre, en Espíritu. Por lo tanto, lo hemos evocado el 13 de abril, por consiguiente, sólo seis días después de su muerte.
1. Ruego a Dios Todopoderoso que permita al Espíritu del individuo que se ha suicidado el 7 de abril de 1858, en los baños de
la Samaritana, comunicarse con nosotros. –Resp. Esperad... (Después de algunos segundos): Él está aquí.
Nota – Para comprender esta respuesta es preciso saber que, en todas las reuniones regulares, hay generalmente un Espíritu familiar: el del médium o de la familia, que está siempre presente sin que se lo llame. Es él que hace venir a aquellos que se evoca y, según sea más o menos elevado, sirve él mismo de mensajero o da órdenes a los Espíritus que le son inferiores. Cuando nuestras reuniones tienen
por intérprete a la Srta. Ermance Dufaux, es siempre el Espíritu san
Luis que consiente en asistirla de oficio; es él que ha dado la respuesta anterior.
2. ¿Dónde estáis ahora? –Resp. No sé... Decidme dónde estoy.
3. Estáis en la rue de Valois (Palais-Royal) N° 35, en una reunión de personas que se ocupan de estudios espíritas y que os son benévolas. –Resp. Decidme si vivo... Me ahogo en el ataúd.
4. ¿Quién os indujo a venir a nosotros? –Resp. Me he sentido
aliviado.
5. ¿Cuál es el motivo que os ha llevado a suicidaros? –Resp. ¿Estoy muerto?... No... Estoy en mi cuerpo... ¡No sabéis cuánto sufro!... ¡Me ahogo!... ¡Que una mano compasiva acabe conmigo!
Nota – Su alma, aunque separada del cuerpo, aún está completamente sumergida en lo que se podría llamar el torbellino de
la materia corporal; las ideas terrestres están todavía vivaces; no cree
estar muerto.
6. ¿Por qué no habéis dejado ningún vestigio que pudiese haceros reconocer? –Resp. Estoy abandonado; he huido del sufrimiento para encontrar la tortura.
7. ¿Tenéis ahora los mismos motivos para permanecer desconocido? –Resp. Sí; no pongáis un hierro candente en la herida
que sangra.
8. ¿Quisierais decirnos vuestro nombre, edad, profesión o domicilio? –Resp. No..., de ninguna manera.
9. ¿Teníais familia, mujer e hijos? –Resp. Yo estaba abandonado;
ningún ser me amaba.
10. ¿Qué habíais hecho para no ser amado por nadie? –Resp. ¡Cuántos son como yo!... Un hombre puede ser abandonado en
medio de su familia, cuando ningún corazón lo ama.
11. En el momento de llevar a cabo vuestro suicidio, ¿no has vacilado? –Resp. Tenía sed de muerte... Esperaba el descanso.
12. ¿Cómo es que el pensamiento del porvenir no os hizo
renunciar a vuestro intento? –Resp. No creía en el futuro; estaba sin
esperanzas. El porvenir es la esperanza.
13. ¿Qué reflexiones habéis hecho en el momento en que sentíais
que la vida se os extinguía? –Resp. No reflexionaba, sentía... Pero
mi vida no se ha extinguido... Mi alma está ligada al cuerpo... No he
muerto... Sin embargo, siento que me roen los gusanos...
14. ¿Qué sensación habéis tenido en el momento en que la muerte
se completaba? –Resp. ¿Se ha completado?
15. ¿Ha sido doloroso el momento en que la vida se os extinguía?
–Resp. Menos doloroso que después. Sólo el cuerpo ha sufrido. –
San Luis continúa: El Espíritu se liberaba de un peso que lo
abrumaba; sentía la voluptuosidad del dolor. (A san Luis.) Ese
estado ¿es siempre la consecuencia del suicidio? –Resp. Sí; el
Espíritu del suicida está ligado a su cuerpo hasta el término de su
vida. La muerte natural es el enflaquecimiento de la vida: el suicidio
la quiebra bruscamente.
16. Este estado ¿es el mismo en toda muerte accidental,
independiente de la voluntad, y que abrevia la duración natural de la
vida? –Resp. No. ¿Qué entendéis por suicidio? El Espíritu sólo es
culpable por sus obras.
Nota – Habíamos preparado una serie de preguntas que nos
proponíamos dirigir a este hombre, en Espíritu, sobre su nueva
existencia; en presencia de sus respuestas, aquéllas se volvieron sin
objeto; era evidente que él no tenía ninguna conciencia de su
situación;su sufrimiento fue la única cosa que pudo describirnos.
Esta duda de la muerte es muy común en las personas fallecidas
recientemente y sobre todo en aquellas que, cuando estaban
encarnadas, no elevaron su alma por encima de la materia. A
primera vista es un fenómeno raro, pero que se explica muy
naturalmente. Si a un individuo puesto en sonambulismo por
primera vez se le pregunta si duerme, casi siempre responde que no,
y su respuesta es lógica: el interrogador es el que hace mal la
pregunta, sirviéndose de un término impropio. La idea de sueño, en
nuestro lenguaje usual, está ligada a la suspensión de todas nuestras
facultades sensitivas; ahora bien, el sonámbulo que piensa y ve, que
tiene la conciencia de su libertad moral, no cree estar durmiendo y,
en efecto, no duerme en la acepción vulgar de la palabra. Por eso
responde que no hasta que se familiarice con esta nueva manera de
entender la cuestión. Y lo mismo sucede con el hombre que acaba de
morir; para él la muerte era la nada; ahora bien, al igual que el
sonámbulo, él ve, siente, habla; por lo tanto, él no se considera
muerto, y lo dice hasta que haya adquirido la intuición de su nuevo
estado.
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