En el aspecto de las cualidades íntimas, los Espíritus son de
diferentes órdenes, que recorren sucesivamente a medida que se
depuran. Con respecto al estado en que se encuentran, pueden
hallarse: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo en algún
mundo, o errantes, es decir, despojados del cuerpo material y
esperando una nueva encarnación para mejorarse.
Los Espíritus errantes no forman una categoría especial: es uno de
los estados en los cuales pueden encontrarse.
El estado errante o de erraticidad de manera ninguna constituye
una inferioridad para los Espíritus, puesto que pueden allí haberlos en todos los grados. Todo
Espíritu que no esté encarnado es, por esto mismo, errante, con
excepción de los Espíritus puros que, al no tener que pasar más por
encarnaciones, se encuentran en su estado definitivo.
Al ser la encarnación un estado transitorio, la erraticidad es en
realidad el estado normal de los Espíritus, y de ningún modo este
estado es forzosamente una expiación para ellos; son felices o
infelices según el grado de su elevación y de acuerdo al bien o al
mal que hayan hecho.