Las comunicaciones inteligentes entre los Espíritus y los hombres
pueden tener lugar por medio de signos, a través de la escritura y por
la palabra.
Los signos consisten en el movimiento significativo de ciertos
objetos y, más frecuentemente, en la producción de ruidos o de
golpes. Cuando esos fenómenos poseen un sentido, no permiten
dudar de la intervención de una inteligencia oculta, en razón de que
si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener
una causa inteligente.
Bajo la influencia de ciertas personas designadas con el nombre de
médiums, y a veces espontáneamente, un objeto cualquiera puede
ejecutar movimientos convenidos, dar un número determinado de
golpes y transmitir de este modo respuestas por sí o por no, o por la
designación de las letras del alfabeto.
Los golpes también pueden hacerse oír sin ningún movimiento
aparente y sin causa ostensible, ya sea en la superficie o en el propio
tejido de los cuerpos inertes, en una pared, en una piedra, en un
mueble o en cualquier otro objeto. De todos estos objetos, las mesas
eran los más cómodos por su movilidad y por la facilidad de
colocarse a su alrededor, siendo el medio que más frecuentemente
ha sido utilizado; de ahí la designación del fenómeno, en general,
por expresiones bastante triviales como mesas parlantes y danza de
las mesas, expresiones que conviene suprimir, primero porque se
prestan al ridículo y segundo porque pueden inducir a error,
haciendo creer que las mesas tienen una influencia especial al
respecto.
Daremos a este modo de comunicación el nombre de sematología espírita, palabra que da perfectamente la idea y que abarca todas
las variedades de comunicaciones por signos, movimiento de
cuerpos o golpes. Uno de nuestros corresponsales nos ha propuesto designar especialmente este último
medio –el de los golpes– con la palabra tiptología.
El segundo modo de comunicación es la escritura; la
designaremos con el nombre de psicografía, igualmente empleado
por un corresponsal.
Para comunicarse a través de la escritura, los Espíritus emplean,
como intermediarios, a ciertas personas dotadas de la facultad de
escribir bajo la influencia del poder oculto que las dirige, las cuales
ceden a una fuerza que evidentemente está fuera de su control,
puesto que ellas no pueden detenerse, ni proseguir a voluntad y, a
menudo, no tienen conciencia de lo que escriben. Su mano es
agitada por un movimiento involuntario y casi febril; toman el lápiz
aunque no quieran y lo dejan del mismo modo; ni la voluntad, ni el
deseo pueden hacerlas continuar si no deben hacerlo. Es la
psicografía directa.
La escritura también se obtiene por la sola imposición de las
manos sobre un objeto convenientemente dispuesto y provisto de un
lápiz o de cualquier otro instrumento apropiado para escribir.
Generalmente, los objetos más empleados son las tablitas o las
cestitas dispuestas a ese efecto. El poder oculto que actúa sobre la
persona se transmite al objeto, que de esta manera se vuelve un
apéndice de la mano y le imprime el movimiento necesario para
trazar los caracteres. Es la psicografía indirecta.
Las comunicaciones transmitidas por la psicografía son más o
menos extensas, según el grado de la facultad medianímica. Algunos
no obtienen más que palabras; en otros, la facultad se desenvuelve
con el ejercicio, escribiendo frases completas y, a menudo,
disertaciones desarrolladas sobre temas propuestos o
espontáneamente tratados por los Espíritus, sin ser provocados por
ninguna pregunta.
La escritura es a veces clara y muy legible; otras veces es
solamente descifrable por el que la ha escrito, y que entonces la lee
por una especie de intuición o de doble vista.
En general, la escritura de una misma persona cambia por
completo con la inteligencia oculta que se manifiesta, y el mismo
carácter de escritura se reproduce cada vez que la misma inteligencia
se manifiesta nuevamente.7
Sin embargo, este hecho no tiene nada
de absoluto.
Algunas veces los Espíritus transmiten ciertas comunicaciones
escritas sin intermediario directo. En este caso, los caracteres son
trazados espontáneamente por un poder extrahumano, visible o
invisible. Como es útil que cada cosa tenga su nombre, a fin de que
nos podamos entender, daremos a este modo de comunicación
escrita el de espiritografía,
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para distinguirlo de la psicografía o
escritura obtenida por un médium. La diferencia entre esas dos palabras es fácil de establecer. En la psicografía, el
alma del médium desempeña necesariamente un cierto papel, al
menos como intermediario, mientras que en la espiritografía es el
Espíritu quien obra directamente por sí mismo.
El tercer modo de comunicación es la palabra. Ciertas personas
reciben en los órganos de la voz la influencia del poder oculto,
similarmente a lo que se hace sentir en la mano de aquellos que
escriben. Ellos transmiten por la palabra, todo lo que los otros
transmiten por la escritura.
Las comunicaciones verbales, así como las escritas, a veces tienen
lugar sin intermediario corporal. Las palabras y las frases pueden
resonar en nuestros oídos o en nuestro cerebro, sin causa física
aparente. Los Espíritus pueden también aparecérsenos en sueño o en
estado de vigilia, y dirigirnos la palabra para darnos advertencias o
instrucciones.
Para seguir el mismo sistema de nomenclatura que hemos
adoptado para las comunicaciones escritas, deberíamos llamar
psicología a la palabra transmitida por el médium, y espiritología a
la que proviene directamente del Espíritu. Pero como la palabra
psicología ya tiene una acepción conocida, no la podemos cambiar.
Por lo tanto, designaremos a todas las comunicaciones verbales con
el nombre de espiritología, aplicando a las primeras el de
espiritología mediata 9
y a las segundas el de espiritología directa.
De los diferentes modos de comunicación, la sematología es el
más incompleto; es muy lento y sólo difícilmente se presta a
desarrollos de una cierta extensión. Los Espíritus superiores no lo
usan de buen grado, ya sea a causa de la lentitud o porque las
respuestas por sí o por no son incompletas y sujetas a error. Para la
enseñanza prefieren los más rápidos: la escritura y la palabra.
En efecto, la escritura y la palabra son los medios más completos
para la transmisión del pensamiento de los Espíritus, ya sea por la
precisión de las respuestas o por la extensión de los desarrollos que
traen consigo. La escritura tiene la ventaja de dejar huellas
materiales y de ser uno de los medios más indicados para combatir
la duda. Además, no se está en la libertad de elegir; los Espíritus se
comunican por los medios que juzgan conveniente: y esto depende
de las aptitudes.