De Saint-Foy, en su Histoire de l'ordre du Saint-Esprit, edición
de 1778, cita el siguiente pasaje extraído de una compilación escrita
por el marqués Christophe Juvénal des Ursins, teniente general del
gobierno de París, hacia fines del año 1572, e impresa en 1601.
«El 31 de agosto (1572) –ocho días después de la matanza de la
Noche de san Bartolomé– yo había cenado en el Louvre, en lo de la
señora de Fiesques. El calor había sido muy grande durante toda la
jornada. Fuimos a sentarnos bajo la pequeña parra al lado del río
para respirar el aire fresco; de repente escuchamos en el aire un
ruido horrible de voces tumultuosas y de gemidos mezclados con
gritos de rabia y de furor; quedamos inmóviles, sobrecogidos de
temor, mirándonos de vez en cuando sin tener fuerzas para hablar.
Este ruido duró –creo– cerca de media hora. Es verdad que el rey
(Carlos IX) lo escuchó, que quedó espantado y que no durmió
durante todo el resto de la noche; sin embargo, no dijo nada al día
siguiente, pero se notó que tenía un aire sombrío, pensativo y
perturbado.
«Si algún prodigio no debe encontrar incrédulos es éste, siendo
atestiguado por Enrique IV. Este príncipe –dice d'Aubigné, en su
libro I, cap. 6, pág. 561– nos ha relatado varias veces, entre sus
familiares y cortesanos más cercanos (y tengo varios testigos de que
él jamás nos lo ha contado sin sentirse sobrecogido de espanto), que
ocho días después de la matanza de la Noche de san Bartolomé, una
gran multitud de cuervos llegó a posarse y a graznar sobre el
pabellón del Louvre; que la misma noche Carlos IX, dos horas
después de haberse acostado, saltó de su cama, hizo levantar a los de
su cuarto y los mandó salir a la búsqueda porque escuchaba en el
aire un gran ruido de voces gimiendo, en todo semejante a lo que se
escuchó en la noche de la matanza; que todos esos diferentes gritos eran tan impresionantes, tan marcados y tan claramente
articulados, que Carlos IX, creyendo que los enemigos de los
Montmorency y de sus partidarios los habían sorprendido y los
atacaban, envió un destacamento de sus guardias para impedir esa
nueva matanza; sus guardias informaron que París estaba tranquila,
y que todo ese ruido que se escuchaba estaba en el aire.»
Nota – El hecho referido por De Saint-Foy y por Juvénal des
Ursins tiene mucha analogía con la historia del aparecido de
mademoiselle Clairon, relatado en nuestro número del mes de
febrero, con la diferencia de que en este caso un solo Espíritu se
manifestó durante dos años y medio, mientras que después de la
Noche de san Bartolomé parecía haber una innumerable cantidad de
Espíritus que hicieron resonar el aire durante algunos instantes
solamente. Además, estos dos fenómenos tienen evidentemente el
mismo principio que los otros hechos contemporáneos de la misma
naturaleza que hemos relatado, y no difieren de los mismos sino por
el detalle de la forma. Varios Espíritus interrogados sobre la causa
de esta manifestación han respondido que era una punición de
Dios, cosa fácil de concebir.