Novena clase. ESPÍRITUS IMPUROS – Tienen inclinación
hacia el mal y hacen de éste el objeto de sus preocupaciones. Como
Espíritus, dan consejos pérfidos, promueven la discordia y la
desconfianza y, para engañar mejor, adoptan todas las máscaras. Se
vinculan a los caracteres bastante débiles capaces de ceder a sus
sugestiones, a fin de arrastrarlos hacia la perdición, y están
satisfechos cuando consiguen retardar su adelanto al hacerlos
sucumbir en las pruebas que enfrentan.
En las manifestaciones se los reconoce por su lenguaje; la
trivialidad y la grosería de sus expresiones, tanto entre los Espíritus
como entre los hombres, son siempre un indicio de inferioridad
moral y hasta intelectual. Sus comunicaciones revelan la bajeza de
sus inclinaciones, y si quieren inducir a engaño hablando de una
manera sensata, no pueden desempeñar su papel por mucho tiempo
y terminan siempre por delatar su origen.
Ciertos pueblos han hecho de ellos divinidades maléficas, y otros
los designan con los nombres de demonios, genios malos o Espíritus
del mal.
Los seres vivos a quienes animan, cuando están encarnados,
tienen inclinación hacia todos los vicios que engendran las pasiones
viles y degradantes: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la
hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia.
Hacen el mal por el placer de hacerlo –muy a menudo sin
motivos–, y por odio al bien escogen casi siempre sus víctimas entre
las personas honradas. Son flagelos para la Humanidad, sea cual
fuere la clase social a que pertenezcan, y el barniz de la civilización
no los libra del oprobio y de la ignominia.