Uno de nuestros suscriptores nos escribe lo siguiente sobre el
dibujo que hemos publicado en nuestro último número:
«En la página 231 el autor del artículo dice: La clave de sol está allí
frecuentemente repetida y, cosa singular, nunca la clave de fa. Parecería que
los ojos del médium no habrían percibido todos los detalles del rico dibujo que
su mano ha ejecutado, porque un músico nos asegura que es fácil reconocer –
derecha e invertida– la clave de fa en la ornamentación de la base del edificio,
en el medio del cual se sumerge la parte inferior del arco de violín, así como
en la prolongación de esta ornamentación a la izquierda de la punta de la
tiorba.
Además, el mismo músico supone que la forma antigua de la clave de
do aparece también en las losas que están próximas a la escalera de la
derecha».
Nota – Incluimos de buen grado esta observación, porque prueba hasta qué
punto el pensamiento del médium permaneció ajeno a la confección del
dibujo. En efecto, al examinar los detalles de las partes señaladas, se reconoce
en ellas las claves de fa y de do, con las cuales el autor adornó su dibujo sin
percibirlo. Cuando lo vemos trabajando en la obra, fácilmente notamos la
ausencia de cualquier concepción premeditada y de toda voluntad; su mano,
arrastrada por una fuerza oculta, da al lápiz o al buril los movimientos más
irregulares y más contrarios a los preceptos más elementales del arte, yendo
sin cesar con una velocidad inaudita de un extremo al otro de la plancha sin
dejarla, para volver cien veces al mismo punto; todas las partes son así
comenzadas y a la vez continuadas, sin que ninguna quede terminada antes de
comenzar otra. De esto resulta, a primera vista, un conjunto incoherente del
cual no se comprende el fin hasta que está concluido. Estos singulares
movimientos no son para nada propios del Sr. Sardou; nosotros hemos visto a
todos los médiums dibujantes proceder de la misma manera. Conocemos a una
dama, pintora de mérito y profesora de dibujo, que goza de esta facultad.
Cuando ella dibuja como médium, opera –a pesar de sí– contra las reglas y por
un proceder que le sería imposible seguir cuando trabaja bajo su propia
inspiración y en su estado normal. Sus alumnos –nos decía ella– se reirían
mucho si les enseñase a dibujar a la manera de los Espíritus.
ALLAN KARDEC