Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Los antagonistas de la Doctrina Espírita se han apoderado con prontitud de un artículo publicado por el Scientific American (Científico Americano) del 11 de julio último, intitulado: Les Médiums jugés. Varios diarios franceses lo han reproducido como un argumento sin réplica; nosotros mismos lo reproduciremos a 22 continuación, acompañándolo de algunas observaciones que mostrarán su valor.

«Hace algún tiempo había sido realizada una oferta de 500 dólares (2.500 francos), por intermedio del Boston Courier (Correo de Boston), a toda persona que, en presencia y para satisfacción de un cierto número de profesores de la Universidad de Cambridge, reprodujera algunos de esos fenómenos misteriosos que los espiritualistas dicen comúnmente haber sido producidos por intermedio de agentes llamados médiums.

«El desafío fue aceptado por el Dr. Gardner, y por varias personas que se jactaban de estar en comunicación con los Espíritus. Los concurrentes se reunieron en el edificio Albion, en Boston, la última semana de junio, dispuestos a dar pruebas de su poder sobrenatural. Entre ellos estaban las jóvenes Fox, que se habían vuelto tan célebres por su superioridad en ese género. La comisión encargada de examinar las pretensiones de los aspirantes al premio estaba compuesta por los profesores Pierce, Agassiz,20 Gould y Horsford, de Cambridge, siendo los cuatro eruditos muy distinguidos. Los ensayos espiritualistas duraron varios días; jamás los médiums habían encontrado una mejor ocasión de poner en evidencia su talento o su inspiración; pero, como los sacerdotes de Baal en los días de Elías, invocaron en vano a sus divinidades, tal como lo prueba el siguiente pasaje del informe de la comisión:

"La comisión declara que el Dr. Gardner, al no haber logrado presentar a un agente o médium que revelase la palabra confiada a los Espíritus en una habitación vecina; que leyese la palabra inglesa escrita en el interior de un libro o sobre una hoja de papel plegado; que respondiese a una pregunta que sólo las inteligencias superiores pueden saber; que hiciese sonar un piano sin tocarlo o mover una mesa de una pata sin el impulso de las manos; habiéndose mostrado impotente de dar a la comisión el testimonio de un fenómeno que se pudiese considerar como el equivalente de las pruebas propuestas, aun usando una interpretación amplia y benevolente; de un fenómeno que para ser producido exigiera la intervención de un Espíritu, por lo menos suponiendo o implicando esta intervención; de un fenómeno desconocido hasta ahora por la Ciencia o cuya causa no fuese inmediatamente señalada y palpable por la comisión, no tiene ningún derecho de exigir al Courrier de Boston la remesa de la suma propuesta de 2.500 francos."

La experiencia realizada en los Estados Unidos con relación a los médiums, recuerda otra que se hizo hace aproximadamente diez años, en Francia, en pro o en contra de los sonámbulos lúcidos, es decir, magnetizados. La Academia de Ciencias recibió el encargo de otorgar un premio de 2.500 francos al sujet magnético que leyese con los ojos vendados. Todos los sonámbulos hicieron voluntariamente este ejercicio en los salones o en escenarios; leían en libros cerrados y descifraban 23 una carta completa sentados sobre la misma o apoyándola bien doblada y cerrada sobre su vientre; pero ante la Academia no se pudo leer absolutamente nada y el premio no fue ganado.

Este ensayo demuestra, una vez más, por parte de nuestros antagonistas, su absoluta ignorancia de los principios sobre los cuales reposan los fenómenos de las manifestaciones espíritas. Existe entre ellos una idea fija que esos fenómenos deben obedecer a su voluntad y producirse con una precisión mecánica. Totalmente olvidan o, mejor dicho, no saben que la causa de esos fenómenos es completamente moral y que las inteligencias que son sus primeros agentes no están al capricho de quien quiera que sea, y menos al de los médiums que al de otras personas. Los Espíritus obran cuando les agrada y ante quien les agrada; frecuentemente, es cuando menos se lo espera que su manifestación tiene lugar con más energía, y cuando se la solicita no sucede. Los Espíritus tienen maneras de ser que nos son desconocidas; lo que está fuera de la materia no puede ser sometido al crisol de la materia. Por lo tanto, es una equivocación juzgarlos desde nuestro punto de vista. Si consideran que es útil revelarse a través de signos particulares, lo harán; pero nunca lo hacen a nuestra voluntad, ni para satisfacer una vana curiosidad. Además, es necesario tener en cuenta una causa muy conocida que aleja a los Espíritus: es su antipatía por ciertas personas, principalmente por aquellas que, con preguntas conocidas, quieran poner a prueba su perspicacia. Dicen que cuando una cosa existe, ellos deben saberlo; ahora bien, es precisamente porque ese algo es conocido por vosotros, o que tenéis los medios de verificarlo por vos mismos, que ellos no se toman el trabajo de responder; esta presunción los irrita y no se obtiene nada satisfactorio, alejando siempre a los Espíritus serios que sólo hablan de buen grado con las personas que se dirigen a ellos con confianza y sin segundas intenciones. ¿No tenemos todos los días el ejemplo entre nosotros? Hombres superiores, que tienen conciencia de sus valores, ¿se entretendrían respondiendo a todas las preguntas necias que tenderían a someterlos a un examen como a los escolares? ¿Qué dirían si se les dijese: «Pero si no respondéis, es porque no sabéis?» Os volverían la espalda: es lo que hacen los Espíritus.

Si es así, diréis, ¿qué medios tenemos para convencernos? Por el propio interés de la Doctrina de los Espíritus, ¿no deberían ellos desear hacer prosélitos? Nosotros responderemos que es tener mucho orgullo el creerse indispensable para el éxito de una causa; ahora bien, los Espíritus no gustan de los orgullosos. Ellos convencen a quienes quieren; en cuanto a los que creen en su importancia personal, les demuestran el caso que les hacen no escuchándolos. Por lo demás, he aquí su respuesta a dos preguntas sobre este asunto:

–¿Puede pedirse a los Espíritus que den signos materiales como prueba de su existencia y de su poder? Resp. «–Se puede sin duda provocar ciertas manifestaciones, pero no todos son aptos para esto, y a menudo lo que se pide, no se obtiene; ellos no están al capricho de los hombres.»

–Pero cuando una persona pide estos signos para convencerse, ¿no tendría utilidad satisfacerla, puesto que sería un adepto más? Resp. «–Los Espíritus no hacen sino lo que quieren y lo que les está permitido. Al hablar y al responder a vuestras preguntas atestiguan su presencia: esto debe ser suficiente para el hombre serio que busca la verdad en la palabra.»

Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: –Maestro, quisiéramos que nos hicierais ver algún prodigio. Jesús respondió: «–Esta raza mala y adúltera pide un prodigio, y no se le dará otro que el de Jonás» (san Mateo).

Nosotros agregaremos aún que es conocer muy poco la naturaleza y la causa de las manifestaciones si se cree que se puede estimularlas con una suma cualquiera. Los Espíritus desprecian la codicia tanto como el orgullo y el egoísmo. Y esta sola condición puede ser para ellos un motivo para no manifestarse. Por lo tanto, sabed que obtendréis cien veces más de un médium desinteresado que de aquel que está movido por el afán de lucro, y que un millón no lo llevaría a hacer lo que no debe. Si alguna cosa nos extraña es que se haya encontrado médiums capaces de someterse a una prueba en la que estaba en juego una suma de dinero.