Los antagonistas de la Doctrina Espírita se han apoderado con
prontitud de un artículo publicado por el
Scientific American (Científico Americano) del 11 de julio último, intitulado: Les
Médiums jugés. Varios diarios franceses lo han reproducido como
un argumento sin réplica; nosotros mismos lo reproduciremos a
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continuación, acompañándolo de algunas observaciones que
mostrarán su valor.
«Hace algún tiempo había sido realizada una oferta de 500 dólares
(2.500 francos), por intermedio del Boston Courier (Correo de
Boston), a toda persona que, en presencia y para satisfacción de un
cierto número de profesores de la Universidad de Cambridge,
reprodujera algunos de esos fenómenos misteriosos que los
espiritualistas dicen comúnmente haber sido producidos por
intermedio de agentes llamados médiums.
«El desafío fue aceptado por el Dr. Gardner, y por varias personas
que se jactaban de estar en comunicación con los Espíritus. Los
concurrentes se reunieron en el edificio Albion, en Boston, la última
semana de junio, dispuestos a dar pruebas de su poder sobrenatural.
Entre ellos estaban las jóvenes Fox, que se habían vuelto tan
célebres por su superioridad en ese género. La comisión encargada
de examinar las pretensiones de los aspirantes al premio estaba
compuesta por los profesores Pierce, Agassiz,20 Gould y Horsford,
de Cambridge, siendo los cuatro eruditos muy distinguidos. Los
ensayos espiritualistas duraron varios días; jamás los médiums
habían encontrado una mejor ocasión de poner en evidencia su
talento o su inspiración; pero, como los sacerdotes de Baal en los
días de Elías, invocaron en vano a sus divinidades, tal como lo
prueba el siguiente pasaje del informe de la comisión:
"La comisión declara que el Dr. Gardner, al no haber logrado
presentar a un agente o médium que revelase la palabra confiada a
los Espíritus en una habitación vecina; que leyese la palabra inglesa
escrita en el interior de un libro o sobre una hoja de papel plegado;
que respondiese a una pregunta que sólo las inteligencias superiores
pueden saber; que hiciese sonar un piano sin tocarlo o mover una
mesa de una pata sin el impulso de las manos; habiéndose mostrado
impotente de dar a la comisión el testimonio de un fenómeno que se
pudiese considerar como el equivalente de las pruebas
propuestas, aun usando una interpretación amplia y benevolente; de
un fenómeno que para ser producido exigiera la intervención de un
Espíritu, por lo menos suponiendo o implicando esta intervención;
de un fenómeno desconocido hasta ahora por la Ciencia o cuya
causa no fuese inmediatamente señalada y palpable por la comisión,
no tiene ningún derecho de exigir al Courrier de Boston la remesa
de la suma propuesta de 2.500 francos."
La experiencia realizada en los Estados Unidos con relación a los
médiums, recuerda otra que se hizo hace aproximadamente diez
años, en Francia, en pro o en contra de los sonámbulos lúcidos, es
decir, magnetizados. La Academia de Ciencias recibió el encargo de
otorgar un premio de 2.500 francos al sujet magnético que leyese
con los ojos vendados. Todos los sonámbulos hicieron
voluntariamente este ejercicio en los salones o en escenarios; leían
en libros cerrados y descifraban
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una carta completa sentados sobre la misma o apoyándola bien
doblada y cerrada sobre su vientre; pero ante la Academia no se
pudo leer absolutamente nada y el premio no fue ganado.
Este ensayo demuestra, una vez más, por parte de nuestros
antagonistas, su absoluta ignorancia de los principios sobre los
cuales reposan los fenómenos de las manifestaciones espíritas.
Existe entre ellos una idea fija que esos fenómenos deben obedecer a
su voluntad y producirse con una precisión mecánica. Totalmente
olvidan o, mejor dicho, no saben que la causa de esos fenómenos es
completamente moral y que las inteligencias que son sus primeros
agentes no están al capricho de quien quiera que sea, y menos al de
los médiums que al de otras personas. Los Espíritus obran cuando
les agrada y ante quien les agrada; frecuentemente, es cuando menos
se lo espera que su manifestación tiene lugar con más energía, y
cuando se la solicita no sucede. Los Espíritus tienen maneras de ser
que nos son desconocidas; lo que está fuera de la materia no puede
ser sometido al crisol de la materia. Por lo tanto, es una
equivocación juzgarlos desde nuestro punto de vista. Si consideran
que es útil revelarse a través de signos particulares, lo harán; pero
nunca lo hacen a nuestra voluntad, ni para satisfacer una vana
curiosidad. Además, es necesario tener en cuenta una causa muy
conocida que aleja a los Espíritus: es su antipatía por ciertas
personas, principalmente por aquellas que, con preguntas conocidas,
quieran poner a prueba su perspicacia. Dicen que cuando una cosa
existe, ellos deben saberlo; ahora bien, es precisamente porque ese
algo es conocido por vosotros, o que tenéis los medios de verificarlo
por vos mismos, que ellos no se toman el trabajo de responder; esta
presunción los irrita y no se obtiene nada satisfactorio, alejando
siempre a los Espíritus serios que sólo hablan de buen grado con las
personas que se dirigen a ellos con confianza y sin segundas
intenciones. ¿No tenemos todos los días el ejemplo entre nosotros?
Hombres superiores, que tienen conciencia de sus valores, ¿se
entretendrían respondiendo a todas las preguntas necias que
tenderían a someterlos a un examen como a los escolares? ¿Qué
dirían si se les dijese: «Pero si no respondéis, es porque no sabéis?»
Os volverían la espalda: es lo que hacen los Espíritus.
Si es así, diréis, ¿qué medios tenemos para convencernos? Por el
propio interés de la Doctrina de los Espíritus, ¿no deberían ellos
desear hacer prosélitos? Nosotros responderemos que es tener
mucho orgullo el creerse indispensable para el éxito de una causa;
ahora bien, los Espíritus no gustan de los orgullosos. Ellos
convencen a quienes quieren; en cuanto a los que creen en su
importancia personal, les demuestran el caso que les hacen no
escuchándolos. Por lo demás, he aquí su respuesta a dos preguntas
sobre este asunto:
–¿Puede pedirse a los Espíritus que den signos materiales como
prueba de su existencia y de su poder? Resp. «–Se puede sin duda
provocar ciertas manifestaciones, pero no todos son aptos para esto,
y a menudo lo que se pide, no se obtiene; ellos no están al capricho
de los hombres.»
–Pero cuando una persona pide estos signos para convencerse, ¿no
tendría utilidad satisfacerla, puesto que sería un adepto más? Resp.
«–Los Espíritus no hacen sino lo que quieren y lo que les está
permitido. Al hablar y al responder a vuestras preguntas atestiguan
su presencia: esto debe ser suficiente para el hombre serio que busca
la verdad en la palabra.»
Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: –Maestro, quisiéramos
que nos hicierais ver algún prodigio. Jesús respondió: «–Esta raza
mala y adúltera pide un prodigio, y no se le dará otro que el de
Jonás» (san Mateo).
Nosotros agregaremos aún que es conocer muy poco la naturaleza
y la causa de las manifestaciones si se cree que se puede estimularlas
con una suma cualquiera. Los Espíritus desprecian la codicia tanto
como el orgullo y el egoísmo. Y esta sola condición puede ser para
ellos un motivo para no manifestarse. Por lo tanto, sabed que
obtendréis cien veces más de un médium desinteresado que de aquel
que está movido por el afán de lucro, y que un millón no lo llevaría a
hacer lo que no debe. Si alguna cosa nos extraña es que se haya
encontrado médiums capaces de someterse a una prueba en la que
estaba en juego una suma de dinero.