Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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En general los Espíritus no son maestros en caligrafía, porque la escritura a través del médium no brilla comúnmente por su elegancia; el Sr. D..., uno de nuestros médiums, ha presentado en este aspecto un fenómeno excepcional: el de escribir mucho mejor bajo la inspiración de los Espíritus que bajo la propia. Su escritura normal es muy mala (de la cual no se envanece diciendo que es la de los grandes hombres); toma un carácter especial, muy distinto – según el Espíritu que se comunica– y la misma se reproduce constantemente con el mismo Espíritu, pero siempre más nítida, más legible y más correcta; con algunos es una especie de escritura inglesa, realizada con una cierta audacia. Uno de los miembros de la Sociedad, el Dr. V..., tenía la idea de evocar a un calígrafo distinguido, como asunto de observación desde el punto de vista de la escritura. Él conocía a uno, llamado Bertrand, fallecido hace aproximadamente dos años, con el cual tuvimos, en otra sesión, la siguiente conversación:

1. A la fórmula de evocación, respondió: Estoy aquí.

2. ¿Dónde estabais cuando os hemos evocado? –Resp. Ya estaba cerca de vosotros.

3. ¿Sabéis con qué objetivo principal os hemos rogado venir? – Resp. No, pero deseo saberlo.

Nota – El Sr. Bertrand, Espíritu, está aún bajo la influencia de la materia, como se lo podía suponer por su vida terrestre; se sabe que esos Espíritus son menos aptos para leer el pensamiento que aquellos que están más desmaterializados.

4. Desearíamos que aceptaseis reproducir a través del médium una escritura caligráfica que tuviera el carácter de aquella que teníais cuando encarnado; ¿lo podéis hacer? –Resp. Lo puedo.

Nota – A partir de esta palabra, el médium –que no se rige por las reglas enseñadas por los profesores de escritura– tomó, sin percibirlo, una posición correcta, tanto del cuerpo como de la mano: todo el resto de la conversación fue escrito como el fragmento cuyo facsímile reproducimos. Como punto de comparación, damos arriba la escritura normal del médium.

5. ¿Recordáis las circunstancias de vuestra vida terrestre? –Resp. Algunas.

6. ¿Podríais decirnos en qué año habéis muerto? –Resp. He muerto en 1856.

7. ¿Con qué edad? –Resp. Con 56 años.

8. ¿En qué ciudad vivíais? –Resp. En Saint-Germain.

9. ¿Cuál era vuestro género de vida? –Resp. Trataba de satisfacer mi cuerpo.

10. ¿Os ocupabais un poco con las cosas del otro mundo? –Resp. No lo suficiente.

11. ¿Os lamentáis por no ser más de este mundo? –Resp. Lamento no haber empleado lo suficientemente bien mi existencia.

12. ¿Sois más feliz que en la Tierra? –Resp. No, sufro por el bien que no hice.

13. ¿Qué pensáis del porvenir que os está reservado? –Resp. Pienso que he de necesitar toda la misericordia de Dios.

14. ¿Cuáles son vuestras relaciones en el mundo donde estáis? – Resp. Relaciones lastimeras e infelices.

15. Cuando volvéis a la Tierra, ¿hay lugares que frecuentáis con preferencia? –Resp. Busco a las almas que se compadecen de mis penas o que oran por mí.

16. ¿Veis tan claramente las cosas de la Tierra como cuando estabais encarnado? –Resp. Prefiero no verlas; si lo hiciera, sería eso también una causa de disgustos.

17. Se dice que cuando encarnado erais muy poco tolerante; ¿es verdad? –Resp. Era muy violento.

18. ¿Qué pensáis del objeto de nuestras reuniones? –Resp. Bien que hubiera gustado conocerlas en vida; me hubieran hecho mejorar.

19. ¿Veis a otros Espíritus como vos? –Resp. Sí, pero estoy muy confundido delante de ellos.

20. Rogamos a Dios para que os ayude en su santa misericordia; los sentimientos que acabáis de expresar deben haceros encontrar piedad ante Él, y no dudamos que ayuden a vuestro adelanto. –Resp. Os agradezco; Dios os proteja; ¡bendito sea Él por esto! Mi turno también llegará; así lo espero.

Nota – Las enseñanzas proporcionadas por el Sr. Bertrand, Espíritu, son perfectamente exactas y están de acuerdo con el género de vida y el carácter que se le conocía; solamente al reconocer su inferioridad y sus errores, su lenguaje es más serio y más elevado del que se podía esperar; esto nos prueba, una vez más, la penosa situación de aquellos que están demasiado apegados a la materia en este mundo. Es así que hasta los Espíritus inferiores nos dan a menudo útiles lecciones de moral con el ejemplo.