Según el Courrier des États-Unis (Correo de los Estados
Unidos), varios periódicos han relatado el siguiente hecho, que nos
ha parecido que pudiese proporcionar el tema para un
interesante estudio:
«Una familia alemana de Baltimore –dice el Courrier des ÉtatsUnis–
acaba de ser vivamente emocionada por un caso singular de
muerte aparente. La señora Schwabenhaus, enferma desde hacía
mucho tiempo, parecía haber dado el último suspiro en la noche del
lunes para el martes. Las personas que la cuidaban pudieron
observar en ella todos los síntomas de la muerte: su cuerpo estaba
helado, sus miembros rígidos. Después de haber rendido al cadáver
las honras fúnebres, y cuando en la cámara mortuoria todo estaba
listo para el entierro, los asistentes fueron a reposar. El Sr.
Schwabenhaus, exhausto de fatiga, pronto los siguió. Estaba
entregado a un sueño agitado cuando, hacia las seis horas de la
mañana, la voz de su mujer llegó a sus oídos. En principio creyó ser
víctima de un sueño; pero su nombre, repetido varias veces, luego
no le dejó ninguna duda, y se precipitó hacia el cuarto de su mujer.
Aquella que había dejado por muerta estaba sentada en su cama, pareciendo gozar de todas sus facultades y más fuerte que nunca,
desde el comienzo de su enfermedad.
«La señora Schwabenhaus pidió agua, después deseó tomar té y
vino. Rogó a su marido para que hiciera dormir a su hijo que lloraba
en el cuarto vecino. Pero él estaba demasiado emocionado para esto,
y corrió a despertar a todos en la casa. La enferma recibió sonriendo
a sus amigos, a sus domésticos, que temblando se acercaban a su
cama. Ella no parecía sorprendida con los preparativos funerarios
que saltaban a la vista: «Sé que vosotros me creíais muerta –dijo
ella; sin embargo, no estaba más que dormida. Pero durante ese
tiempo mi alma se dirigió hacia las regiones celestiales; un ángel
vino a buscarme y atravesamos el espacio en algunos instantes. Este
ángel que me conducía era la pequeña hija que perdimos el año
pasado... ¡Oh! Pronto iré a reunirme con ella... Ahora que he gozado
las alegrías del Cielo, no quería más vivir aquí abajo. He pedido al
ángel para una vez más venir a abrazar a mi marido y a mis hijos;
pero pronto volverá a buscarme.»
«A las ocho horas, después de haberse tiernamente despedido de
su marido, de sus hijos y de una multitud de personas que la
rodeaban, la señora Schwabenhaus expiró realmente de esta vez,
como fue constatado por los médicos, de manera a no dejar ninguna
duda.
«Esta escena conmovió vivamente a los habitantes de Baltimore».
Al haber sido evocada la señora Schwabenhaus, Espíritu, en la
sesión del 27 de abril último en la Sociedad Parisiense de Estudios
Espíritas, establecimos con ella la siguiente conversación.
1. Con el objetivo de instruirnos, desearíamos dirigiros algunas
preguntas concernientes a vuestra muerte; ¿tendríais la bondad de
respondernos? –Resp. ¿Cómo no lo haría, si ahora es que comienzo
a tomar contacto con las verdades eternas, y sé de la necesidad que
de eso tenéis?
2. ¿Recordáis la circunstancia particular que ha precedido a
vuestra muerte? –Resp. Sí, ese momento ha sido el más feliz de mi
existencia terrestre.
3. Durante vuestra muerte aparente, ¿escuchabais lo que sucedía a
vuestro alrededor y veíais los preparativos de vuestros funerales? –
Resp. Mi alma estaba demasiado preocupada con su felicidad
próxima.
Nota – Se sabe que generalmente los letárgicos ven y escuchan lo
que sucede a su alrededor y conservan al despertar el recuerdo de
ello. El hecho que relatamos ofrece la particularidad que el sueño
letárgico estaba acompañado de éxtasis, circunstancia que explica el
por qué la atención de la enferma fue desviada.
4. ¿Teníais la conciencia de no estar muerta? –Resp. Sí, pero esto
me era más bien penoso.
5. ¿Podríais decirnos la diferencia que hacéis entre el sueño
natural y el sueño letárgico? –Resp. El sueño natural es el reposo del
cuerpo; el sueño letárgico es la exaltación del alma.
6. ¿Sufríais durante vuestro letargo? –Resp. No.
7. ¿Cómo se operó vuestro retorno a la vida? –Resp. Dios permitió
que yo volviese para consolar a los corazones afligidos que me
rodeaban.
8. Desearíamos una explicación más material. –Resp. Lo que
vosotros llamáis periespíritu animaba todavía mi envoltura terrestre.
9. ¿Cómo fue que no os sorprendisteis al despertaros entre los
preparativos que se hacían para vuestro entierro? –Resp. Yo sabía
que iba a morir, todas esas cosas me importaban poco, ya que había
vislumbrado la felicidad de los elegidos.
10. Al volver en sí, ¿quedasteis satisfecha con vuestro retorno a la
vida? –Resp. Sí, para consolar.
11. ¿Dónde habéis estado durante vuestro sueño letárgico? –Resp.
No puedo deciros toda la felicidad que he vivido: el vocabulario
humano no expresa estas cosas.
12. ¿Os sentíais todavía en la Tierra o en el espacio? –Resp. En
los espacios.
13. Habéis dicho, al volver en sí, que vuestra pequeña hija que
desencarnó el año pasado había venido a buscaros; ¿es verdad? –
Resp. Sí, es un Espíritu puro.
Nota – En las respuestas de la madre, todo revela a un Espíritu
elevado; por lo tanto, no hay nada de sorprendente que un Espíritu
aún más elevado esté unido al suyo por simpatía. Sin embargo, es
necesario no tomar al pie de la letra la calificación de Espíritu Puro
que los Espíritus se dan a veces entre ellos.
Se sabe que es preciso
entender por esto a los del orden más elevado, a aquellos que
estando completamente desmaterializados y depurados no están más
sujetos a la reencarnación; son los ángeles que disfrutan la vida
eterna. Ahora bien, los que no han alcanzado un grado suficiente no
comprenden todavía ese estado supremo; por lo tanto, pueden
emplear el término Espíritu Puro para designar una superioridad
relativa, pero no absoluta. Tenemos numerosos ejemplos de esto, y
la señora Schwabenhaus nos parece estar en este caso. Los Espíritus
burlones también se atribuyen a veces la cualidad de Espíritus puros
para inspirar más confianza en las personas que quieren engañar, y
que no tienen la suficiente perspicacia para juzgarlos por su
lenguaje, el cual siempre delata su inferioridad.
14. ¿Qué edad tenía vuestra hija cuando desencarnó? –Resp. Siete
años.
15. ¿Cómo la habéis reconocido? –Resp. Los Espíritus superiores
se reconocen más rápidamente.
16. ¿La habéis reconocido bajo alguna forma? –Resp. Sólo la he
visto como Espíritu.
17. ¿Qué os decía ella? –Resp. «Ven, sígueme hacia lo Eterno».
18. ¿Habéis visto a otros Espíritus además que al de vuestra hija? –Resp. He visto a una gran cantidad de otros Espíritus, pero la voz
de mi hija y la felicidad que yo presentía eran mis únicas
preocupaciones.
19. Durante vuestro retorno a la vida, habéis dicho que pronto
iríais a reuniros con vuestra hija; ¿teníais entonces conciencia de
vuestra muerte próxima? –Resp. Era para mí una feliz esperanza.
20. ¿Cómo lo sabíais? –Resp. ¿Quién no sabe que es preciso
morir? Mi enfermedad bien me lo decía.
21. ¿Cuál era la causa de vuestra enfermedad? –Resp. Los
disgustos.
22. ¿Qué edad teníais? –Resp. Cuarenta y ocho años.
23. Al dejar definitivamente la existencia, ¿tuvisteis de inmediato
conciencia nítida y lúcida de vuestra nueva situación? –Resp. La he
tenido en el momento de mi letargo.
24. ¿Habéis sentido la turbación que comúnmente acompaña al
retorno a la vida espírita? –Resp. No, he estado deslumbrada, pero
no turbada.
Nota – Se sabe que la turbación que sigue a la muerte es un tanto menor y más corta cuanto más depurado esté el Espíritu durante la vida. El éxtasis que ha precedido a la muerte de esta mujer era, además, un primer desprendimiento del alma de los lazos terrestres.
25. Después de vuestra muerte, ¿habéis vuelto a ver a vuestra hija? –Resp. Estoy frecuentemente con ella.
26. ¿Estáis reunida a ella para toda la eternidad? –Resp. No, pero sé que después de mis últimas encarnaciones estaré en la morada
donde habitan los Espíritus puros.
27. Entonces ¿vuestras pruebas no han finalizado? –Resp. No,
pero ahora serán felices; no me queda más que esperar, y la esperanza es casi la felicidad.
28. ¿Vuestra hija había vivido en otros cuerpos antes de aquel con el cual era hija vuestra? –Resp. Sí, en muchos otros.
29. ¿Bajo qué forma estáis entre nosotros? –Resp. Bajo mi última forma de mujer.
30. ¿Nos veis tan claramente como si estuvieseis encarnada? –
Resp. Sí.
31. Puesto que estáis aquí bajo la forma que teníais en la Tierra, ¿es por los ojos que nos veis? –Resp. Claro que no; el Espíritu no tiene ojos; solamente estoy bajo mi última forma para satisfacer a las
leyes que rigen a los Espíritus cuando son evocados y obligados a retomar lo que vosotros llamáis periespíritu.
32. ¿Podéis leer nuestros pensamientos? –Resp. Sí, puedo: leeré si vuestros pensamientos son buenos.
33. Os agradecemos las explicaciones que habéis tenido a bien
darnos; en la sabiduría de vuestras respuestas reconocemos que sois un Espíritu elevado, y esperamos que habréis de gozar la felicidad que merecéis. –Resp. Estoy feliz en contribuir para vuestra obra; morir es una alegría cuando se puede ayudar al progreso como yo puedo hacerlo.