Bruselas, 15 de junio de 1858.
Mi querido Sr. Kardec:
Recibo y leo con mucho interés vuestra Revista Espírita, y
recomiendo a mis amigos, no la simple lectura, sino el estudio
profundo de vuestro El Libro de los Espíritus. Lamento mucho que
mis preocupaciones físicas no me dejen tiempo para los estudios
metafísicos; pero los he llevado bastante lejos para sentir cuán cerca
estáis de la verdad absoluta, sobre todo cuando veo la perfecta
coincidencia que existe entre las respuestas que me han sido dadas y
las vuestras. Incluso aquellos que os atribuyen personalmente la
redacción de vuestros escritos están estupefactos con la profundidad
y la lógica de los mismos. Os habéis elevado de repente al nivel de
Sócrates y de Platón por la moral y por la filosofía estética; en
cuanto a mí, que conozco el fenómeno y vuestra lealtad, no dudo de
la exactitud de las explicaciones que os son dadas, y abjuro de todas
las ideas que he publicado al respecto, cuando no he creído ver en
eso –junto al Sr. Babinet– más que fenómenos físicos o una
prestidigitación indigna de la atención de los estudiosos.
No desaniméis, como yo tampoco lo hago, con la indiferencia de
vuestros contemporáneos; lo que está escrito, está escrito; lo que
está sembrado germinará. La idea de que la vida es una depuración
de las almas, una prueba y una expiación, es grande, consoladora,
progresiva y natural. Los que a ella se vinculan son felices en todas
las posiciones; en lugar de quejarse de los males físicos y morales
que los agobian, deben regocijarse, o al menos soportarlos con una
resignación cristiana.
Para ser feliz, huye del placer:
Del filósofo es la divisa;
El esfuerzo que se hace para tenerlo,
Cuesta más que la mercancía;
Pero tarde o temprano nos llega,
En forma de una sorpresa;
Es un terno en el juego de azar,
Que vale diez mil veces la apuesta.
Espero pasar pronto por París, donde tengo tantos amigos para ver
y tantas cosas que hacer; pero dejaré todo para daros un apretón de
manos.
JOBARD
Director del Museo Real de la Industria
Una adhesión tan clara y tan franca por parte de un hombre del
valor del Sr. Jobard es, indiscutiblemente, una preciosa conquista
a la cual aplaudirán todos los adeptos de la Doctrina Espírita; sin
embargo, en nuestra opinión, adherir es poca cosa; pero reconocer
abiertamente que se había equivocado, abjurar de las ideas anteriores
que se han publicado, y esto sin presión ni intereses, únicamente
porque la verdad ha salido a la luz, es lo que se puede llamar el
verdadero coraje de su opinión, sobre todo cuando se tiene un
nombre popular. Obrar así es propio de los grandes caracteres, que
saben solos ponerse por encima de los prejuicios. Todos los hombres
pueden equivocarse; pero hay grandeza en reconocer sus errores,
mientras que hay pequeñez en perseverar en una opinión que se sabe
falsa, solamente para darse un prestigio de infalibilidad a los ojos del
vulgo; este prestigio no podría engañar a la posteridad que arranca
sin piedad todos los oropeles del orgullo; sólo ella funda las
reputaciones; sólo ella tiene el derecho de inscribir en su templo: Éste era verdaderamente grande de Espíritu y de corazón. ¡Cuántas
veces no ha escrito también: Ese hombre grande ha sido muy
pequeño!
Los elogios contenidos en la carta del Sr. Jobard nos hubieran
impedido publicarla si fuesen dirigidos personalmente a nosotros;
pero como él reconoce en nuestro trabajo la obra de los Espíritus, de
los cuales no hemos sido más que un muy humilde intérprete, todo
el mérito les pertenece, y nuestra modestia nada tiene que sufrir con
una comparación que sólo prueba una cosa: que ese libro no puede
haber sido dictado sino por Espíritus de un orden superior.
Al responder al Sr. Jobard, le habíamos preguntado si nos
autorizaba a publicar su carta; al mismo tiempo estábamos
encargados, en nombre de la Sociedad Parisiense de Estudios
Espíritas, de ofrecerle el título de miembro honorario y de
corresponsal. He aquí la respuesta que ha tenido a bien dirigirnos y
que estamos felices en reproducir:
Bruselas, 22 de junio de 1858.
Mi querido colega:
Me preguntáis, con circunlocuciones espirituales, si yo osaría
reconocer públicamente mi creencia en los Espíritus y en el
periespíritu, autorizándoos a publicar mis cartas y aceptando el título
de corresponsal de la Academia de Espiritismo que habéis fundado,
lo que sería tener –como se dice– el coraje de su opinión.
Estoy un poco humillado, os confieso, por veros emplear conmigo
las mismas fórmulas y los mismos discursos que con los tontos,
cuando debéis saber que toda mi vida ha sido consagrada a sostener
la verdad y a testimoniar en su favor todas las veces que la
encontraba, ya sea en Física o
en Metafísica. Sé que el papel de adepto de las nuevas ideas no
siempre está exento de inconvenientes, incluso en este siglo de
luces, y que se puede ser ridiculizado por decir que hay claridad en
pleno día, porque lo menos que uno se arriesga es ser tratado de
loco; pero como la Tierra gira y el día aparecerá para todos, será
realmente necesario que los incrédulos se rindan ante la evidencia.
También es natural que escuchemos negar la existencia de los
Espíritus por aquellos que no creen en los mismos, así como la
existencia de la luz por aquellos que aún se encuentran privados de
sus rayos. ¿Podemos comunicarnos con ellos? Ahí está toda la
cuestión. Ved y observad.
El tonto siempre niega lo que no puede comprender;
Para él lo maravilloso es desprovisto de encanto;
Nada sabe y nada quiere aprender:
Tal es del incrédulo un fiel retrato.
Me he dicho: El hombre es evidentemente doble, ya que la muerte
lo desdobla; cuando una mitad queda en este mundo, la otra va hacia
alguna parte conservando su individualidad; por lo tanto, el
Espiritismo está perfectamente de acuerdo con las Escrituras, con el
dogma, con la religión que cree de tal modo en los Espíritus que
exorciza a los malos y evoca a los buenos: el Vade retro y el Veni
Creator son la prueba de eso; por lo tanto, la evocación es una cosa
seria y no una obra diabólica o una prestidigitación, como piensan
algunos.
Soy curioso, no niego nada, pero quiero ver. No he dicho:
Traedme el fenómeno, sino que he corrido atrás de él, en vez de
esperarlo sentado en mi sillón hasta que viniese, según una
costumbre ilógica. Hace más de 40 años hice este simple
razonamiento con respecto al Magnetismo: Es imposible que
hombres tan estimables escriban millares de volúmenes para
hacerme creer en la existencia de una cosa que no existe. Y después
experimenté largo tiempo y en vano, en cuanto no tenía fe en
obtener lo que buscaba; pero he sido bien recompensado por mi
perseverancia, ya que he conseguido producir todos los fenómenos
de los cuales escuchaba hablar; después paré durante 15 años. Al
haber sobrevenido las mesas, quise saber a qué atenerme; viene hoy
el Espiritismo, y obro de la misma manera. Cuando algo nuevo
aparece, corro atrás con el mismo ardor que pongo en ir al encuentro
de los descubrimientos modernos de todo género; es la curiosidad
que me arrastra, y me compadezco de los salvajes que no son
curiosos, lo que hace que continúen salvajes: la curiosidad es la
madre de la instrucción. Bien sé que este ardor por aprender me ha
perjudicado mucho, y que si me hubiese quedado en esa respetable
mediocridad que lleva a los honores y a la fortuna, habría obtenido
mi buena parte; pero hace bastante tiempo que me he dicho que no
estaba más que de paso en este mal albergue, donde no vale la pena
deshacer las maletas; lo que me ha hecho soportar sin dolor los
insultos, las injusticias, los robos de los cuales he sido una víctima
privilegiada, fue esta idea de que no hay en este mundo una felicidad
ni una desgracia que valga la pena regocijarse o afligirse. He
trabajado, trabajado y trabajado, lo que me ha dado la fuerza de
fustigar a mis adversarios más encarnizados e imponer respeto a los
otros, de manera que soy ahora más feliz y más tranquilo que las
personas que me han escamoteado una herencia de 20 millones. Me
compadezco de ellos, porque no envidio su lugar en el mundo de los
Espíritus. Si lamento esta fortuna no es por mí: no tengo un
estómago para comer 20 millones; es por el bien que esto me ha
impedido de hacer. ¡Qué palanca entre las manos de un hombre que
supiera emplearla útilmente! ¡Qué impulso podría dar a la Ciencia y
al progreso! Aquellos que tienen fortuna, ignoran a menudo los
verdaderos goces que podrían obtener. ¿Sabéis lo que falta a la
ciencia espírita para propagarse con rapidez? Un hombre rico que a
ella consagre su fortuna por pura devoción, sin mezcla de orgullo ni
de egoísmo; que hiciese las cosas con grandeza, sin parsimonia y sin
pequeñez; tal hombre haría avanzar a la ciencia medio siglo. ¿Por
qué me han quitado los medios de hacerlo? Él será encontrado; algo
me lo dice; ¡honor a aquél!
He visto evocar a una persona viva; ella ha sentido un síncope
hasta que su Espíritu retornó. Evocad el mío para ver lo que os
diré. También evocad al Dr. Mure, muerto en El Cairo el 4
junio; era un gran espiritista y médico homeópata. Preguntadle si
aún cree en los gnomos. Ciertamente él está en Júpiter, porque era
un gran Espíritu, incluso en la Tierra, un verdadero profeta
enseñando, y mi mejor amigo. ¿Estará contento con el artículo
necrológico que le he hecho?
He aquí una carta muy larga, me diréis; pero no es todo color de
rosa tenerme como corresponsal. Voy a leer vuestro último libro 190
que recibo en este instante; a la primera ojeada no dudo que éste
haga muy bien al destruir una multitud de prevenciones, porque
habéis sabido mostrar el lado serio de la cuestión. –El caso Badet es
muy interesante; volveremos a hablar de él.
Estoy a vuestra disposición,
JOBARD.
Todo comentario sobre esta carta sería superfluo; cada uno
apreciará su alcance y reconocerá sin dificultad esa profundidad y
esa sagacidad que, unidas a los más nobles pensamientos, han
conquistado para el autor un lugar tan honorable entre sus
contemporáneos. Podemos honrarnos de ser locos (a la manera por
la cual lo entienden nuestros adversarios), cuando tenemos tales
compañeros de infortunio.
A esta observación del Sr. Jobard: «¿Podemos comunicarnos con
los Espíritus? Ahí está toda la cuestión; ved y observad», nosotros
agregamos: Las comunicaciones con los seres del mundo invisible
no son ni un descubrimiento ni una invención moderna; fueron
practicadas, desde la más alta Antigüedad, por hombres que han sido
nuestros maestros en Filosofía y cuyos nombres
invocamos todos los días como autoridad. ¿Por qué lo que por
entonces pasaba no podría más producirse hoy?
_______
La siguiente carta nos ha sido dirigida por uno de nuestros
suscriptores; como contiene una parte instructiva que puede interesar
a la mayoría de nuestros lectores –lo que es una prueba más de la
influencia moral de la Doctrina Espírita–, creemos un deber
publicarla completa, respondiendo, para todos, a las diversas
preguntas que ella encierra.
Burdeos, 24 de junio de 1858.
Señor y querido hermano en Espiritismo:
Sin duda permitiréis a uno de vuestros suscriptores y a uno de
vuestros lectores más atentos daros ese título, porque esta admirable
Doctrina debe ser un lazo fraternal entre todos los que la
comprenden y practican.
En uno de vuestros números anteriores habéis hablado de
notables dibujos, realizados por el Sr. Victorien Sardou, y que
representan viviendas del planeta Júpiter. El cuadro que habéis
hecho de los mismos nos da, como sin duda a muchos otros, el deseo
de conocerlos. ¿Tendríais la bondad de decirnos si ese señor tiene la
intención de publicarlos? No dudo que tendrán un gran éxito,
considerando la extensión que a cada día toman las creencias
espíritas. Sería el complemento necesario de la descripción tan
atrayente que los Espíritus han dado de ese mundo feliz.
Os diré al respecto, mi querido señor, que hace aproximadamente
dieciocho meses hemos evocado en nuestro Círculo íntimo a un
antiguo magistrado –pariente nuestro– fallecido en 1756, que
durante su vida ha sido un modelo de todas las virtudes y un Espíritu
muy superior, aunque no tenga un lugar en la Historia. Nos ha dicho
que está encarnado en Júpiter y nos ha dado una enseñanza moral de
una sabiduría admirable, y en todos los puntos en conformidad con
lo que contiene vuestro tan precioso El Libro de los Espíritus.
Tuvimos naturalmente la curiosidad de pedirle algunas
informaciones sobre el estado del mundo que él habita, lo que ha
hecho con una extrema complacencia. Ahora bien, juzgad nuestra
sorpresa y nuestra alegría al leer en vuestra Revista una descripción
completamente idéntica de este planeta, por lo menos en las
generalidades, porque no hemos conducido las preguntas hasta
donde vos lo habéis hecho: todo allí concuerda en lo físico y en lo
moral, y hasta en la condición de los animales. Incluso hizo mención
de las viviendas aéreas de las cuales no habláis.
Como había ciertas cosas que teníamos dificultad en comprender,
nuestro pariente agregó estas palabras notables: «No es asombroso
que no comprendáis las cosas para las cuales vuestros sentidos no
fueron hechos; pero a medida que avancéis en la Ciencia, las
comprenderéis mejor por el pensamiento, y dejarán de pareceros
extraordinarias. No está lejano el tiempo en que recibiréis sobre este
punto los más completos esclarecimientos. Los Espíritus están
encargados de instruiros, a fin de daros un objetivo y de inclinaros al
bien». Al leer vuestra descripción y el anuncio de los dibujos de los
cuales habláis, nos hemos dicho naturalmente que ese tiempo ha
llegado.
Sin duda los incrédulos han de criticar ese paraíso de los Espíritus,
como critican todo, incluso la inmortalidad y hasta las cosas más
santas. Bien sé que nada prueba materialmente la verdad de esta
descripción; pero para todos aquellos que creen en la existencia y en
las revelaciones de los Espíritus, esta coincidencia ¿no hace
reflexionar? Nos hacemos una idea de los países que nunca hemos
visto a través del relato de los viajeros, cuando hay coincidencia
entre ellos: ¿por qué no sucedería lo mismo con respecto a los
Espíritus? En el estado bajo el cual nos describen el mundo de
Júpiter, ¿habrá algo que repugne a la razón? No; todo concuerda con
la idea que ellos nos dan de existencias más perfectas; diré más: está
de acuerdo con las Escrituras, lo que un día me esforzaré en
demostrar; por mi cuenta, esto me parece tan lógico, tan consolador,
que me sería penoso renunciar a la esperanza de vivir en ese mundo
afortunado, donde no hay malos ni envidiosos, ni enemigos ni
egoístas, ni hipócritas; es por eso que todos mis esfuerzos tienden a
merecer ir hacia allá.
Cuando en nuestro pequeño Círculo alguno de nosotros parece
tener pensamientos muy materiales, le decimos: «Tened cuidado, no
iréis a Júpiter»; y somos felices en pensar que este futuro nos está
reservado, si no es en la primera etapa, por lo menos en alguna de
las siguientes. Por lo tanto, mi hermano querido, gracias por
habernos abierto este nuevo camino de esperanza.
Ya que habéis obtenido revelaciones tan preciosas sobre ese
mundo, debéis haberlas tenido igualmente sobre los otros que
componen nuestro sistema planetario. ¿Vuestra intención es de
publicarlas? Esto haría un conjunto de los más interesantes. Al
observar los astros, nos complaceríamos pensando en los seres tan
variados que los pueblan; el espacio nos parecería menos vacío.
¿Cómo ha podido venir al pensamiento de los hombres, creyentes en
el poder y en la sabiduría de Dios, que esos millones de globos son
cuerpos inertes y sin vida? ¿Y que nosotros somos los únicos en este
pequeño grano de arena al que llamamos Tierra? Digo que esto es
una impiedad. Semejante idea me entristece; si fuera así, me
parecería estar en un desierto.
Estoy a vuestra disposición, de corazón,
MARIUS M.,
Empleado retirado.
El título que nuestro honorable suscriptor ha tenido a bien darnos es
demasiado halagador para que no le estemos muy reconocidos por nos haber
creído digno del mismo. En efecto, el Espiritismo es un lazo fraternal que
debe conducir a la práctica de la verdadera caridad cristiana a todos aquellos
que lo comprenden en su esencia, porque tiende a hacer desaparecer los
sentimientos de odio, de envidia y de celos que dividen a los hombres; pero
esta fraternidad no es la de una secta; para estar de acuerdo con los divinos
preceptos del Cristo, la fraternidad debe abarcar a toda la Humanidad, porque
todos los hombres son hijos de Dios; si algunos están extraviados, ella ordena
compadecerlos; no permite odiarlos. Amaos los unos a los otros, ha dicho
Jesús; Él no ha dicho: Amad solamente a los que piensan como vos; es por eso
que, cuando nuestros adversarios nos arrojan piedras, de ninguna manera
debemos devolverles maldiciones: estos principios harán siempre de aquellos
que los profesan hombres apacibles que no buscarán la satisfacción de sus
pasiones en el desorden y en el mal de su prójimo.
Los sentimientos de nuestro honorable corresponsal están impregnados de
gran elevación, y estamos persuadidos de que él entiende la fraternidad tal
como debe ser en su más amplia acepción.
Somos felices por la comunicación que ha consentido darnos acerca de
Júpiter. La coincidencia que nos señala no es la única, como se ha podido ver
en el artículo en cuestión. Ahora bien, cualquiera que sea la opinión que pueda
formarse sobre el mismo, no es por eso un asunto menos digno de
observación. El mundo espírita está lleno de misterios que se deben saber
estudiar con mucho cuidado. Las consecuencias morales que de él deduce
nuestro corresponsal están marcadas con el sello de una lógica que a nadie
escapará.
En lo que concierne a la publicación de los dibujos, el mismo deseo nos ha
sido expresado por varios de nuestros suscriptores; pero la complicación es tal
que la reproducción por grabado hubiera entrañado gastos excesivos e
inabordables; los propios Espíritus habían dicho que el momento de
publicarlos no había llegado todavía, probablemente por este motivo. Hoy esta
dificultad está felizmente superada. El Sr. Victorien Sardou, de médium
dibujante (sin saber dibujar) se ha vuelto médium grabador sin haber tenido
nunca un buril en su vida. Ahora hace sus dibujos directamente en cobre, lo
que permitirá reproducirlos sin la colaboración de ningún artista extraño. Así
la cuestión financiera quedó simplificada, y podremos dar una muestra notable
en nuestro próximo número, acompañado de una descripción técnica que él
consintió en encargarse de redactar según los documentos que le han
suministrado los Espíritus. Estos dibujos son muy numerosos, y su conjunto
formará más adelante un verdadero atlas. Conocemos otro médium dibujante a
quien los Espíritus hacen trazar dibujos no menos curiosos sobre otro planeta.
En cuanto al estado de los diferentes globos conocidos, nos han sido dados
sobre varios de ellos informes generales, y sobre algunos solamente informes
detallados; pero todavía no hemos fijado la época en la que será útil
publicarlos.
ALLAN KARDEC.