Una viuda de Malabar
Teníamos el deseo de interrogar a una de esas mujeres de la India
que, según sus costumbres, se queman sobre el cadáver de su
marido. Al no conocer a ninguna, habíamos pedido a san Luis si
consentiría en enviarnos a una que estuviera en condiciones de
responder a nuestras preguntas de una manera satisfactoria. Él nos
contestó que lo haría de buen grado dentro de algún tiempo. En la
sesión de la Sociedad del 2 de noviembre de 1858, el Sr. Adrien –
médium vidente– vio a una de ellas dispuesta a hablar, y de la cual
hizo la siguiente descripción:
Ojos grandes y negros, con tono amarillento en el blanco del ojo;
rostro redondeado, mejillas rollizas y gordas; piel amarilla azafrán
tostado; pestañas largas, cejas arqueadas y negras; nariz un poco
grande y ligeramente achatada; boca grande y sensual; dientes
bonitos, grandes y derechos; cabellos lacios, abundantes, negros y
espesos de grasa. Cuerpo bastante grande, rechoncho y gordo.
Pañuelos de seda la envolvían, dejándole la mitad del pecho
desnudo. Pulseras en los brazos y en las piernas.
1. ¿Recordáis aproximadamente en qué época vivíais en la India y
dónde habéis sido quemada sobre el cadáver de vuestro marido? –
Resp. Ella hace señas que no lo recordaba. –San Luis responde que
fue hace alrededor de cien años.
2. ¿Recordáis el nombre que teníais? –Resp. Fátima.
3. ¿Qué religión profesabais? –Resp. La mahometana.
4. Pero el mahometismo no ordena tales sacrificios. –Resp. He
nacido musulmana, pero mi marido era de la religión de Brahma. Yo
he tenido que conformarme con las costumbres del país en que
habitaba. Allí las mujeres no son dueñas de sí mismas.
5. ¿Qué edad teníais cuando hubisteis muerto? –Resp. Creo que
tenía alrededor de veinte años.
Nota – El Sr. Adrien hace observar que ella parece tener al menos
de veintiocho a treinta años; pero que en ese país las mujeres
envejecen más rápido.
6. ¿Os habéis sacrificado voluntariamente? –Resp. Yo hubiera
preferido casarme con otro. Reflexionad bien y comprenderéis que
todas nosotras pensamos de la misma manera. He seguido la
costumbre; pero en el fondo hubiese preferido no hacerlo. Por varios
días esperé otro marido, pero nadie vino; entonces obedecí a la ley.
7. ¿Qué sentimiento ha podido dictar esta ley? –Resp. Idea
supersticiosa. Imaginan que al quemarnos agradan más a la
Divinidad; que rescatamos las faltas de aquel que perdimos y que
vamos a ayudarlo a vivir feliz en el otro mundo.
8. ¿Aprobaba vuestro marido este sacrificio? –Resp. Nunca
procuré volver a ver a mi marido.
9. ¿Hay mujeres que se sacrifican así con agrado? –Resp. Muy
pocas; una entre mil, y aún así, en el fondo, ellas no desearían
hacerlo.
10. ¿Qué os ha sucedido en el momento en que la vida corporal se
extinguió? –Resp. Turbación; he sentido como una nebulosidad, y
luego no sé lo que pasó. Mis ideas no se aclararon sino después de
mucho tiempo. Iba a todas partes, y sin embargo no veía bien; e
inclusive ahora no estoy completamente esclarecida; todavía tengo
que pasar por muchas encarnaciones para elevarme; pero no me
quemaré más... No veo la necesidad de ser quemada, de ser arrojada
en el medio de las llamas para elevarme..., sobre todo por faltas que
no he cometido; por otra parte, eso no me ha sido valorado...
Además, yo no he buscado serlo. Me haríais un favor al orar un poco
por mí, porque comprendo que no hay como la oración para soportar
con coraje las pruebas que nos son enviadas... ¡Ah! ¡Si yo tuviese fe!
11. Pedís que oremos por vos, pero somos cristianos; ¿podrían
agradaros nuestras oraciones? –Resp. Sólo hay un Dios para todos
los hombres.
Nota – En varias sesiones siguientes la misma mujer ha sido vista
entre los Espíritus que la asistían. Ella ha dicho que venía para
instruirse. Parece que fue sensible al interés que le fue demostrado,
porque nos ha seguido varias veces en otras reuniones e incluso
hasta en la calle.
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La Bella Cordelera
Noticia – Louise Charly, llamada Labé y apodada La Bella
Cordelera, nació en Lyon durante el reinado de Francisco I. Ella era
de una gran belleza y recibió una educación muy esmerada; sabía
griego, latín, hablaba perfectamente español e italiano y, en esos
idiomas, hacía poesías que los escritores nacionales reconocerían
como suyas. Instruida en todos los ejercicios del cuerpo, conocía la
equitación, la gimnástica y el manejo de las armas. Dotada de un
carácter muy enérgico, se distinguió –al lado de su padre– entre los
más valientes combatientes en el sitio de Perpiñán, en 1542, con el
nombre de capitán Loys. Al no haber tenido éxito este sitio,
renunció a la carrera de las armas y volvió a Lyon con su padre. Se
casó con un rico fabricante de cuerdas, llamado Ennemond Perrin, y
luego sólo se la conocía como La Bella Cordelera, nombre que ha
quedado en la calle en que tenía domicilio y en el lugar donde
estaban los talleres de su marido. Ella instituyó en su casa reuniones
literarias, donde eran invitados los espíritus más esclarecidos de la
provincia. Se tiene de ella una colección de poesías. Su reputación
de belleza y de mujer de espíritu, al atraer a su casa a la élite de los
hombres, provocó los celos de las damas lionesas que buscaron
vengarse a través de la calumnia; pero su conducta fue siempre
irreprochable.
Evocada el 26 de octubre de 1858, en la sesión de la Sociedad
Parisiense de Estudios Espíritas, nos ha sido dicho que ella aún no
podía venir por motivos que no fueron explicados. El 9 de
noviembre atendió a nuestro llamado, y he aquí la descripción que le
hizo el Sr. Adrien, nuestro médium vidente:
Cabeza ovalada; tez pálida mate; ojos negros, lindos y
nobles; cejas arqueadas; frente amplia e inteligente; nariz griega,
fina; boca mediana y labios indicando bondad de espíritu; dientes
muy bonitos, pequeños y bien derechos; cabellos negros de
azabache, ligeramente crespos. Bello porte de cabeza; talle grande y
muy esbelto. Vestimenta de ropajes blancos.
Nota – Sin duda, nada demuestra que esta descripción y la anterior
no estaban en la imaginación del médium, porque nosotros no
tenemos un control; pero cuando lo hace con detalles tan precisos de
personas contemporáneas que nunca ha visto y que son reconocidas
por padres o amigos, no se puede dudar de la realidad; de donde
sacamos la conclusión que, puesto que él ve a unos con una verdad
indiscutible, puede ver a otros. Otra circunstancia que debe tomarse
en consideración es que siempre ve al mismo Espíritu bajo la misma
forma, y que, aunque fuese con varios meses de intervalo, la
descripción no varía. Sería necesario suponer que tiene una memoria
fenomenal, para creer que pudiera recordarse así de los mínimos
detalles de todos los Espíritus –cuya descripción ha hecho–, los
cuales contamos por centenas.
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Quisierais tener la bondad de responder a algunas preguntas
que desearíamos haceros? –Resp. Con placer.
3. ¿Recordáis la época en la que erais conocida con el nombre de
La Bella Cordelera? –Resp. Sí.
4. ¿De dónde provenían las cualidades viriles que os han hecho
abrazar la carrera de las armas que, según las leyes de la Naturaleza,
es más bien atribución de los hombres? –Resp. Eso agradaba a mi
Espíritu, ávido de grandes cosas; más tarde se volvió hacia otro
género de ideas más serias. Las ideas con las cuales nacemos vienen
ciertamente de las existencias anteriores, cuyo reflejo son; sin
embargo, se modifican mucho, ya sea por nuevas resoluciones o por
la voluntad de Dios.
5. ¿Por qué esos gustos militares no han persistido en vos, y cómo
tan pronto han podido ceder lugar a los de la mujer? –Resp. He visto
cosas que no desearía que veáis.
6. Erais contemporánea de Francisco I y de Carlos Quinto;
¿quisierais decirnos vuestra opinión sobre esos dos hombres y
hacernos un paralelo? –Resp. De ninguna manera quiero juzgar;
ellos han tenido defectos, que conocéis; sus virtudes son poco
numerosas: algunos rasgos de generosidad, y eso es todo. Dejad
esto; sus corazones podrían sangrar todavía: ¡ellos sufren bastante!
7. ¿Cuál era el origen de esa alta inteligencia que os volvió apta
para recibir una educación tan superior a la de las mujeres de vuestro
tiempo? –Resp. ¡Penosas existencias y la voluntad de Dios!
8. ¿Había, pues, en vos un progreso anterior? –Resp. No podría
ser de otro modo.
9. Esa instrucción, ¿os hace progresar como Espíritu? –Resp. Sí.
10. Parecéis haber sido feliz en la Tierra: ¿lo sois más ahora? –
Resp. ¡Qué pregunta! ¡Por más feliz que uno sea en la Tierra, la
felicidad del Cielo es totalmente otra cosa! ¡Cuántos tesoros y
riquezas, que conoceréis un día, y de los cuales no sospecháis o
ignoráis completamente!
11. ¿Qué entendéis por Cielo? –Resp. Entiendo por Cielo a los
otros mundos.
12. ¿Qué mundo habitáis ahora? –Resp. Habito en un mundo que
no conocéis; pero estoy poco ligada al mismo: la materia nos liga
poco.
13. ¿Es Júpiter? –Resp. Júpiter es un mundo feliz; pero ¿pensáis
que entre todos sólo éste sea favorecido por Dios? Ellos son tan
numerosos como los granos de arena del océano.
14. ¿Habéis conservado el genio poético que teníais en la
Tierra? –Resp. Os respondería con placer, pero temo contrariar a
otros Espíritus, o me colocaría por debajo de lo que soy: esto hace
que mi respuesta se vuelva inútil, tornándose sin razón.
15. ¿Podríais decirnos qué clase podríamos asignaros entre los
Espíritus?
–Sin respuesta.
(A san Luis). ¿Podríais san Luis respondernos al respecto? –Resp.
Ella está aquí: yo no puedo decir lo que ella no quiere decir. ¿No
veis que es un Espíritu de los más elevados entre los que
comúnmente evocáis? Además, nuestros Espíritus no pueden
apreciar exactamente las distancias que los separan: éstas son
incomprensibles para vosotros, ¡y aún así son inmensas!
16. (A Louise Charly). ¿Bajo qué forma estáis entre nosotros? –
Resp. Adrien acaba de describirme.
17. ¿Por qué esta forma y no otra? En fin, ¿por qué en el mundo
donde estáis, no sois tal como erais en la Tierra? –Resp. Evocasteis
la poetisa: vino la poetisa.
18. ¿Podríais dictarnos algunas poesías o cualquier trozo de
literatura? Estaríamos felices de tener algo vuestro? –Resp. Buscad
mis antiguos escritos. Nosotros no gustamos de esas pruebas,
principalmente en público: a pesar de ello, lo haré en otra ocasión.
Nota – Sabemos que los Espíritus no gustan de pruebas, y las
preguntas de esta naturaleza casi siempre tienen este carácter; es por
eso, sin duda, que casi nunca ellos obedecen. Espontáneamente y en
el momento en que menos lo esperamos, nos dan a menudo las cosas
más sorprendentes, las pruebas que en vano habríamos solicitado;
pero casi siempre basta que se les pida una cosa para que no se la
obtenga, si sobre todo denota un sentimiento de curiosidad. Los
Espíritus, y principalmente los Espíritus elevados, quieren probarnos
con esto que no están a nuestras órdenes.
Al día siguiente, espontáneamente, La Bella Cordelera escribió lo
siguiente a través del médium psicógrafo que le había servido de
intérprete:
«Voy a dictar lo que te había prometido; no son versos, no he
querido hacerlos; además, no recuerdo más aquellos que hice, y de
ellos no gustaríais: será la más modesta prosa.
«En la Tierra he exaltado el amor, la dulzura y los buenos
sentimientos: hablé un poco de lo que no conocía. Aquí no es del
amor que hablo, es de una caridad amplia, austera y esclarecida; una
caridad fuerte y constante de la que sólo hay un ejemplo en la
Tierra.
«¡Oh, hombres! Pensad que depende de vosotros ser felices y
hacer de vuestro mundo uno de los más avanzados del Cielo: sólo
tenéis que hacer callar odios y enemistades, olvidar rencores y
cóleras, perder el orgullo y la vanidad. Dejad todo esto como una
carga que os es preciso abandonar tarde o temprano. Esta carga es
para vosotros un tesoro en la Tierra, lo sé; es por eso que tenéis el
mérito de dejarla y perderla; pero en el Cielo esta carga se vuelve un
obstáculo para vuestra felicidad. Por lo tanto, creedme: anticipad
vuestro progreso, la felicidad que viene de Dios es la verdadera
felicidad. ¿Dónde encontraréis placeres que valgan las alegrías que
Él da a sus elegidos, a sus ángeles?
«Dios ama a los hombres que buscan avanzar en su camino; por lo
tanto, contad con su apoyo. ¿No tenéis confianza en Él? ¿Creéis,
pues, que sea perjurio porque no os entregáis a Él enteramente, sin
restricciones? Infelizmente no queréis escuchar, o pocos de entre
vosotros escuchan; preferís el hoy en vez del mañana; vuestra
limitada visión limita vuestros sentimientos, vuestro corazones y
vuestra alma, y sufrís para avanzar, en lugar de avanzar natural y
fácilmente por el camino del bien, por vuestra propia voluntad,
porque el sufrimiento es el medio que Dios emplea para moralizaros.
No evitéis esta ruta segura, pero terrible para el viajero. Terminaré
exhortándoos a no más ver la muerte como un flagelo, sino como la
puerta de la verdadera vida y de la verdadera felicidad.»
LOUISE CHARLY