Monomanía religiosa
Leemos en la Gazette de Mons (Gaceta de Mons): «Un individuo
acometido por una monomanía religiosa –internado hace siete años
en el establecimiento del Sr. Stuart– y que hasta aquí se había
mostrado de una naturaleza muy mansa, consiguió engañar la
vigilancia de los guardias y apoderarse de un cuchillo. Éstos, al no
haber podido recuperar el arma, informaron al director de lo que
sucedía.
«El Sr. Stuart se acercó inmediatamente del furioso y, confiando
apenas en su coraje, quiso desarmarlo; pero ni bien había dado
algunos pasos al encuentro del loco, éste se arrojó sobre él con la
rapidez de un relámpago y lo hirió repetidas veces. No fue sino con
mucha dificultad que se consiguió dominar al asesino.
«De las siete cuchilladas con las cuales el Sr. Stuart fue alcanzado,
una era mortal: la que había recibido en el bajo vientre; el lunes, a
las tres horas y media, falleció a consecuencia de una hemorragia en
esa cavidad.»
¿Qué se diría si este individuo hubiera sido acometido por una
monomanía espírita, o incluso si –en su locura– hubiese hablado de
Espíritus? Y, sin embargo, esto podría haber sucedido, puesto que
hay muchas monomanías religiosas, y todas las Ciencias han
proporcionado su contingente. ¿Qué es lo que, razonablemente, se
podría sacar en conclusión contra el Espiritismo, si no que, debido a
la fragilidad de su organismo, el hombre puede exaltarse en este
punto como en tantos otros? El medio de prevenir esta exaltación no
es el de combatir la idea; de otro modo se correría el riesgo de que
se repitan los prodigios de las Cevenas.306 Si jamás se organizara
una cruzada contra el Espiritismo, lo veríamos propagarse cada vez
más; porque, ¿cómo oponerse a un fenómeno que no tiene lugar ni
tiempo predilectos y que puede producirse en todos los países, en
todas las familias, en la intimidad, en el más absoluto secreto,
inclusive mejor que en público? El medio de prevenir los
inconvenientes, nosotros lo hemos dado en nuestras Instrucciones
Prácticas: es de hacerlo comprender de tal manera que en él no se
vea más que un fenómeno natural, incluso en lo que ofrece de más
extraordinario.
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Una cuestión de prioridad en materia de Espiritismo
Uno de nuestros suscriptores, el Sr. Ch. Renard, de Rambouillet,
nos ha dirigido la siguiente carta:
«Señor y digno hermano en Espiritismo: leo o, mejor dicho,
devoro con un placer indecible los números de vuestra Revista, a
medida que los recibo. Esto no es sorprendente de mi parte,
considerando que mis padres eran adivinos de generación en
generación. Una de mis tías abuelas había incluso sido condenada a
la hoguera por contumaz en el crimen de Vauldrie y por asistente al
sabat; ella sólo evitó la hoguera refugiándose en la casa de una de
sus hermanas, abadesa de religiosas de clausura. Esto hizo que yo
heredase algunas migajas de Ciencias ocultas, lo que no me ha
impedido de pasar por la creencia en el materialismo –si es que ahí
existe fe– y por el escepticismo. En fin, cansado, enfermo de
negación, las obras del célebre extático Swedenborg me condujeron
a la verdad y al bien; al volverme también extático, me aseguré ad
vivum de las verdades que los Espíritus materializados de nuestro
globo no pueden comprender. He tenido comunicaciones de toda
especie: hechos de visibilidad, de tangibilidad, de aportes de objetos perdidos, etc. Buen hermano, ¿tendríais la bondad de insertar
la siguiente nota en uno de vuestros números? Ciertamente no es por
amor propio, sino debido a mi condición de francés.
«Las pequeñas causas producen a veces grandes efectos.
Aproximadamente en 1840 conocí al Sr. Cahagnet, tornero ebanista,
que había venido a Rambouillet por razones de salud. En mi aprecio
a este obrero –fuera de lo común por su inteligencia–, lo inicié en el
magnetismo humano; un día le dije: Tengo casi la certeza de que un
sonámbulo lúcido está apto para ver las almas de los que han
fallecido y con ellas entablar conversación; él se quedó sorprendido.
Lo estimulé a que hiciera esta experiencia cuando encontrase un
sonámbulo lúcido; tuvo éxitos y publicó un primer volumen de
experiencias de necromancia, seguido de otros volúmenes y
opúsculos que en América han sido traducidos con el título de
Telégrafo Celestial (Télégraphe céleste). Después el extático Davis
publicó sus visiones y averiguaciones sobre el mundo espírita.
Franklin hizo investigaciones que desembocaron en manifestaciones
y en comunicaciones más fáciles que en otros tiempos. En los
Estados Unidos, las primeras personas de las que él se sirvió como
mediadoras fueron la señora viuda de Fox y sus dos hijas. Hay una
coincidencia demasiado singular entre este nombre y el mío, ya que
la palabra inglesa fox significa en francés renard (zorro).
«Hace mucho tiempo que los Espíritus me habían dicho que era
posible comunicarse con los Espíritus de otros globos y recibir de
ellos dibujos y descripciones. Expuse esto al Sr. Cahagnet, pero él
no fue más lejos que nuestro satélite.
«Estoy a vuestra disposición, etc.»
CH. RENARD
Nota – La cuestión de prioridad en materia de Espiritismo es,
indiscutiblemente, una cuestión secundaria; pero no es menos
notable que desde la importación de los fenómenos americanos, una
multitud de hechos auténticos –ignorados por el público– han
revelado la producción de fenómenos semejantes, tanto en Francia
como en otros países de Europa, en una época contemporánea o
anterior. Es de nuestro conocimiento que muchas personas se
ocupaban de comunicaciones espíritas bien antes de que fuera
tratada la cuestión de las mesas giratorias, y nosotros tenemos
prueba de esto con fechas precisas. El Sr. Renard parece ser de este
número, y según él sus ensayos no habrían sido ajenos a los que han
sido hechos en América. Registramos su observación como
interesante para la historia del Espiritismo y a fin de probar, una vez
más, que esta ciencia tiene sus raíces en el mundo entero, lo que
quita toda posibilidad de éxito a los que desearían oponerle una
barrera. Si la sofocan en un punto, renacerá más vivaz en otros cien,
hasta el momento en que –ya no siendo más posible la duda– ha de
ocupar su lugar entre las creencias usuales; entonces, será realmente
preciso que sus adversarios, quiéranlo o no, se resignen.
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