Primera clase. Clase única – Han recorrido todos los grados de la
escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Por
haber alcanzado la suma de perfección de la cual es susceptible la
criatura, no han de sufrir más pruebas ni expiaciones. Al no estar
más sujetos a la reencarnación en cuerpos perecederos, la vida es
para ellos eterna y la disfrutan en el seno de Dios.
Gozan de una felicidad inalterable, porque no están sujetos a las
necesidades ni a las vicisitudes de la vida material; pero esta
felicidad no es de manera alguna la de una ociosidad monótona que
transcurre en una perpetua contemplación. Son los mensajeros y
los ministros de Dios, cuyas órdenes ejecutan para el mantenimiento
de la armonía universal. Comandan a todos los Espíritus que les son
inferiores, ayudándolos a perfeccionarse y asignándoles su misión.
Asistir a los hombres en sus aflicciones, inclinarlos al bien o a la
expiación de las faltas que los alejan de la felicidad suprema, es para
ellos una agradable ocupación. A veces son designados con los
nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
Los hombres pueden entrar en comunicación con ellos, pero muy
presuntuoso sería quien pretendiese tenerlos constantemente a sus
órdenes.
ESPÍRITUS ERRANTES O ENCARNADOS
En el aspecto de las cualidades íntimas, los Espíritus son de
diferentes órdenes, que recorren sucesivamente a medida que se
depuran. Con respecto al estado en que se encuentran, pueden
hallarse: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo en algún
mundo, o errantes, es decir, despojados del cuerpo material y
esperando una nueva encarnación para mejorarse.
Los Espíritus errantes no forman una categoría especial: es uno de
los estados en los cuales pueden encontrarse.
El estado errante o de erraticidad de manera ninguna constituye
una inferioridad para los
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Espíritus, puesto que pueden allí haberlos en todos los grados. Todo
Espíritu que no esté encarnado es, por esto mismo, errante, con
excepción de los Espíritus puros que, al no tener que pasar más por
encarnaciones, se encuentran en su estado definitivo.
Al ser la encarnación un estado transitorio, la erraticidad es en
realidad el estado normal de los Espíritus, y de ningún modo este
estado es forzosamente una expiación para ellos; son felices o
infelices según el grado de su elevación y de acuerdo al bien o al
mal que hayan hecho.