EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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15. Para la determinación de la época de los acontecimientos futuros es necesario, además, tomar en cuenta una circunstancia inherente a la naturaleza misma de los Espíritus.


El tiempo, tanto como el espacio, sólo se puede evaluar con el auxilio de puntos de comparación o de referencia que lo dividan en períodos que puedan ser contados. En la Tierra, la división natural del tiempo en días y años está subordinada a la salida y puesta del Sol, así como a la duración del movimiento de traslación de la Tierra. Las unidades para la medición del tiempo deben variar de acuerdo con los planetas, puesto que los períodos astronómicos son diferentes. En Júpiter, por ejemplo, el día equivale a diez de nuestras horas, y los años a más de doce años terrestres.


Hay, por lo tanto, para cada mundo, un modo diferente de computar la duración, de acuerdo con la naturaleza de las revoluciones astrales que en él se efectúan. Eso constituye una dificultad para los Espíritus que, sin conocer nuestro mundo, determinan fechas relacionadas con nosotros. Además, fuera de los mundos no existen esos medios de apreciación. Para un Espíritu en el espacio, no hay nacimiento ni puesta de sol que indique los días, ni revolución periódica que establezca los años. Sólo existe, para él, la duración y el espacio infinitos. (Véase el Capítulo VI, § 1 y siguientes.) Por lo tanto, quien nunca haya venido a la Tierra, no poseerá ningún conocimiento de nuestros cálculos, que por otra parte le resultarían completamente inútiles. Más aún: quien nunca haya encarnado en un mundo, carecerá de todas las nociones relativas a las fracciones de la duración. Cuando un Espíritu extraño a la Tierra viene a manifestarse entre nosotros, no puede precisar las fechas de los acontecimientos de otro modo que identificándose con nuestros hábitos, lo que sin duda le es factible, aunque la mayoría de las veces no le reporte ninguna utilidad.