EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
48. La multiplicación de los panes es uno de los milagros que más han intrigado a los comentadores y, al mismo tiempo, alimentado las burlas de los incrédulos. Sin tomarse el trabajo de averiguar el sentido alegórico, para estos últimos el hecho no es más que un relato pueril. No obstante, la mayoría de las personas serias han visto en la narración de ese suceso, aunque con un aspecto diferente del ordinario, una parábola en la que se compara el alimento espiritual del alma con el alimento del cuerpo.


Sin embargo, se puede percibir en ella algo más que una simple figura, y admitir, desde cierto punto de vista, la realidad de un hecho material, sin que para eso sea preciso recurrir al prodigio. Es sabido que una gran preocupación, así como la atención intensamente captada por algo, hacen olvidar el hambre. Ahora bien, quienes seguían a Jesús eran personas ávidas de escucharlo; de modo que no sería sorprendente que, fascinadas por su palabra y tal vez también por la poderosa acción magnética que Él ejercía sobre quienes lo rodeaban, no hayan experimentado la necesidad material de comer.


Jesús, que preveía ese resultado, no tuvo ninguna dificultad para tranquilizar a sus discípulos diciéndoles, en el lenguaje figurado que le era habitual, y admitiendo que realmente hubieran llevado algunos panes, que estos alcanzarían para saciar el hambre de la multitud. Al mismo tiempo, daba a sus discípulos una lección, al decirles: “Dadles vosotros mismos de comer”. De ese modo les enseñaba que también ellos podían alimentar por medio de la palabra.



Así, a la par del sentido alegórico moral, se produjo un efecto fisiológico natural muy conocido. El prodigio, en este caso, está en el ascendiente de la palabra de Jesús, suficientemente poderoso para cautivar la atención de una inmensa multitud, al punto de hacer que esta se olvidara de comer. Ese poder moral demuestra la superioridad de Jesús, mucho más que el hecho puramente material de la multiplicación de los panes, que debe ser considerada una alegoría. Por otra parte, el propio Jesús confirmó esta explicación en los dos pasajes que siguen.