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Acerca de la naturaleza divina
8. No nos está permitido adentrarnos en la naturaleza íntima de Dios. Para comprender a
Dios nos falta el sentido que sólo se adquiere con la completa depuración del espíritu. Mas si al
hombre no le es permitido penetrar su esencia, puede, mediante el razonamiento, conocer sus
atributos, es decir, las cualidades que Dios debe tener para ser Dios.
Sin el conocimiento de los atributos de Dios sería imposible comprender la obra de la
Creación, punto de partida de todos los credos religiosos. Aquellas religiones que no entendieron la
Creación, verdadero faro conductor, han equivocado sus dogmas: las que no creyeron en un Dios
todopoderoso, imaginaron muchos dioses. Esas otras que no atribuyeron a Dios la bondad suprema
crearon un dios celoso, colérico, parcial y vindicativo.
9. Dios es la inteligencia suprema y soberana. La inteligencia del hombre es limitada, ya
que no puede crear ni comprender todo lo que existe. La de Dios, que abraza el infinito, debe ser
infinita. Si fuese limitada en algún aspecto, podríamos concebir la existencia de un ser aún más
inteligente, capaz de comprender y hacer lo que el otro no pudo, y así sucesivamente hasta el
infinito.
10. Dios es eterno, no tuvo comienzo ni tendrá fin. Si hubiese tenido un comienzo habría
surgido de la nada. Pero como la nada es inexistente, no puede producir ni crear cosa alguna. El otro
argumento tampoco sería válido, porque si hubiese sido creado por otro ser anterior a él, ése sería
Dios. Si se le imaginase a Dios un comienzo o un fin, se podría asimismo sospechar un ser anterior
o posterior a Él, y así indefinidamente.
11. Dios es inmutable. Si estuviese sujeto a cambios, las leyes que gobiernan el Universo
carecerían de estabilidad.
12. Dios es inmaterial. Su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia, de otra
manera no sería inmutable, pues estaría sujeto a las transformaciones de la materia.
Dios no posee una forma factible de ser apreciada por nuestros sentidos, pues, de ser así,
sería materia. Decimos: la mano de Dios, la boca de Dios, porque como el hombre sólo conoce su
forma, al no comprender algo se toma como modelo y compara. Las imágenes que representan a
Dios como un anciano de larga barba y vestido con una túnica, son ridículas: intentan otorgarle
proporciones humanas. De eso, a hacerle partícipe de las pasiones humanas y convertirlo en un dios
colérico y celoso, no hay más que un paso.
13. Dios es todopoderoso. Si no poseyese el poder supremo, se podría concebir un ser más
poderoso que él, y así sucesivamente hasta llegar al ser que superase a todos en poderío. El último
sería Dios.
14. Dios es soberanamente justo y bueno. La sabiduría providencial de las leyes divinas se
revela de igual modo en las cosas pequeñas como en las enormes, y tan grande sabiduría no nos
deja dudar ni un solo instante de su justicia y bondad.
Cuando una cualidad es infinita, no puede existir la cualidad contraria capaz de disminuirla
o anularla. Un ser infinitamente bueno no posee la más pequeña tendencia de maldad, así como un
ser infinitamente malo es incapaz de la mínima bondad, como un objeto no es completamente negro
si presenta una ligera tonalidad blanca, ni el blanco absoluto permite una sola mancha de color
negro.
Dios no puede ser al mismo tiempo bueno y malo, ya que no podría tener ni una ni otra
cualidad en grado supremo, y, por tanto, no sería Dios, todas las cosas estarían sometidas a su
capricho y no habría ninguna estabilidad. Por consiguiente, existe una doble posibilidad: o es
infinitamente bueno o infinitamente malo. Pero como sus obras testimonian sabiduría, bondad y
previsión, llegamos a la conclusión de que, como no puede ser bueno y malo a la vez, sin dejar de
ser Dios, es infinitamente bueno.
La bondad soberana implica justicia soberana, ya que si actuase injustamente o con
parcialidad en una sola circunstancia o con una sola de sus criaturas, no sería soberanamente justo
y, por tanto, tampoco soberanamente bueno.
15. Dios es infinitamente perfecto. No podemos concebir a Dios sin la infinitud de sus
perfecciones, pues sin ello no sería Dios, ya que podríamos concebir otro ser que tuviese lo que Él
no posee. Para que ningún ser pueda superarlo es preciso que sea infinito en todo.
Al ser los atributos de Dios infinitos no pueden sufrir aumento ni disminución. De lo
contrario no serían infinitos y Dios no sería perfecto. Si se le quitase una pequeñísima parte de uno
solo de sus atributos, ya no sería Dios, ya que podría existir otro ser más perfecto.
16. Dios es único. La unidad de Dios es producto de sus perfección infinita y absoluta. Otro
dios no podría existir si no fuese igualmente infinito en todos sus atributos, ya que si entre ellos
hubiese la más ligera diferencia, uno sería inferior al otro, estaría subordinado a su poder y ya no
sería Dios. Si entre ambos hubiese una igualdad absoluta, serían desde toda la eternidad un mismo
pensamiento, una misma voluntad, un mismo poder, y, confundidas a tal punto sus identidades, no
serían en realidad sino un solo Dios. Si cualquiera de ellos tuviera atribuciones especiales, uno
podría hacer lo que el otro no, y, por lo tanto, no existiría entre ellos la igualdad perfecta, ya que ni
uno ni otro poseerían la autoridad soberana.
17. Los pueblos primitivos ignoraban la infinitud de las perfecciones de Dios, y ello dio
origen al politeísmo. Atribuían divinidad a todo poder que les parecía superior a lo humano. Más
tarde, gracias al razonamiento, concentraron en un solo Dios todos los atributos de perfección, y,
además, al paso que los hombres fueron comprendiendo la esencia de eses atributos divinos
suprimían de sus creencias todas las cualidades negativas que habían imaginado en Dios.
18. Resumiendo: Dios, para ser tal, no puede ser superado en nada por otro ser, ya que si
existiera alguien más perfecto que Él, aunque en pequeñísima medida, ese otro sería Dios. Por
tanto, es necesario que sea infinito en todo.
Es así que la existencia de Dios se constata por sus obras, y es mediante una simple
deducción lógica que se llega a determinar los atributos que lo caracterizan.
19. Dios es, por tanto: la suprema y soberana inteligencia. Es único, eterno, inmutable,
inmaterial, todopoderoso, soberanamente justo y bueno e infinito en todas sus perfecciones, y no
puede ser de otra manera.
Esa base sobre la cual reposa el edificio universal es el faro que ilumina al Universo entero,
y su luz es la única que puede guiar al hombre en la búsqueda de la verdad. Siguiéndola, no se
perderá nunca, y si a menudo se ha extraviado, es porque se desvió de la ruta que le estaba indicada.
Ese es también el criterio infalible de todas las doctrinas religiosas y filosóficas. El hombre
posee para juzgarlas una medida rigurosamente exacta en los atributos de Dios, ya que puede
proclamar con entera seguridad que toda teoría, todo principio, todo dogma, toda creencia, toda
práctica que esté en contradicción con uno solo de esos atributos o que intente anularlos o
simplemente debilitarlos, no puede estar en la verdad.
En filosofía, en psicología, en moral, en religión, sólo es verdad lo que no se aparta en nada
de las cualidades esenciales de Dios. La religión perfecta sería aquella en la que ningún artículo de
fe contradijese esas cualidades y en la que todos sus dogmas pudiesen ser sometidos a la prueba de
ese control sin sufrir menoscabo alguno.