EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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14. La duda y la incredulidad nacieron de estas divergencias, en las que se juega el porvenir del hombre. La incredulidad hace a la vida penosa. El hombre enfrenta con ansiedad al desconocido mundo al cual más tarde o más temprano deberá ingresar. La idea de la nada le angustia. Su conciencia le dice que más allá del presente hay algo esperándolo, ¿pero qué? Su razonamiento, ya maduro, le impide seguir aceptando las historias que acunaron su infancia y no puede tampoco seguir tomando alegorías por realidades. ¿Cuál es el sentido de estas alegorías? La ciencia rasgó el velo, mas sólo en parte, pues no le ha revelado todavía lo que más le interesa conocer. Pregunta en vano, pero no tiene respuesta pronta ni apropiada para apaciguar sus aprensiones. Por doquier ve cómo se contradicen la afirmación y la negación, sin que ambas posiciones antagónicas estén en condiciones de presentar pruebas positivas en favor de sus concepciones. De ello nace la incertidumbre, y esa incertidumbre, en lo que atañe a la vida futura, hace que el hombre se vuelque con un cierto delirio sobre las cosas de la vida material. Es el inevitable efecto de las épocas de transición: el edificio del pasado se derrumbó ya, y el del futuro aún no se levantó. Podemos comparar al ser humano como el adolescente que no posee ya las creencias inocentes de sus primeros años, mas no es dueño aún de los conocimientos propios del mundo adulto: sólo cuenta con vagas aspiraciones que no sabe definir.