Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos - 1863

Allan Kardec

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Enero

Estudio sobre los poseídos de Morzine

Las causas de la obsesión y los medios para combatirla

Segundo artículo

En nuestro artículo anterior [1], explicábamos la forma en que se ejerce, sobre el hombre, la acción de los Espíritus, acción por así decir material. Su causa está enteramente en el periespíritu, principio no sólo de todos los fenómenos espíritas propiamente dichos, sino de una multitud de efectos morales, fisiológicos y patológicos incomprendidos antes del conocimiento de este agente, cuyo descubrimiento, si se puede expresar así, abrirán nuevos horizontes a la ciencia, cuando ésta quiera reconocer la existencia del mundo invisible.

El periespíritu, como hemos visto, juega un papel importante en todos los fenómenos de la vida; es fuente de multitud de afecciones cuya causa el bisturí busca en vano en la alteración de los órganos, y contra las cuales la terapia es impotente. Por su expansión, se explican además las reacciones de individuo a individuo, las atracciones y repulsiones instintivas, la acción magnética, etc. En el Espíritu libre, es decir desencarnado, reemplaza al cuerpo material; es el agente sensible, el órgano por medio del cual actúa. Por la naturaleza fluídica y expansiva del periespíritu, el Espíritu alcanza al individuo sobre el que quiere actuar, lo rodea, lo envuelve, lo penetra y lo magnetiza. El hombre que vive en medio del mundo invisible está incesantemente sujeto a estas influencias, así como a las de la atmósfera que respira, y esta influencia se expresa en efectos morales y fisiológicos de los que no es consciente, y que a menudo atribuye a causas opuestas. Esta influencia naturalmente difiere según las buenas o malas cualidades del Espíritu, como explicamos en nuestro artículo anterior. Si éste es bueno y benévolo, la influencia, o si prefiere, la impresión, es agradable, saludable: es como las caricias de una tierna madre que abraza a su hijo en sus brazos; si, el hijo es malo y malévolo, ella es dura, dolorosa, ansiosa ya veces dañina: no besa, oprime. Vivimos en este océano fluídico, incesantemente expuestos a corrientes contrarias, que atraemos, que repelemos, o a las que nos abandonamos según nuestras cualidades personales, pero en medio de las cuales, el hombre conserva siempre su libre albedrío, atributo esencial de su naturaleza, en virtud de la cual siempre puede elegir su camino.

Esto, como vemos, es bastante independiente de la facultad medianímica, tal como se la concibe comúnmente. La acción del mundo invisible, estando en el orden de las cosas naturales, se ejerce sobre el hombre, al margen de todo conocimiento espírita; estamos sujetos a ella, como lo estamos a la influencia de la electricidad atmosférica sin saber física, como estamos enfermos sin saber medicina. Ahora bien, así como la física nos enseña la causa de ciertos fenómenos, y la medicina la causa de ciertas enfermedades, el estudio de la ciencia espírita nos enseña la causa de los fenómenos debidos a las influencias ocultas del mundo invisible, y nos explica lo que de otro modo nos parecía inexplicable. La mediumnidad es el medio directo de observación; el médium —permítasenos esta comparación— es el instrumento de laboratorio por el cual la acción del mundo invisible se manifiesta de manera patente; y por la facilidad que nos da de repetir experimentos, nos capacita para estudiar el modo y los varios matices de esta acción; es de este estudio y de estas observaciones que nació la ciencia espírita.

Cualquier individuo que sufre de cualquier manera la influencia de los Espíritus es, por eso mismo, un médium, y es sobre esta base, que se puede decir, que toda la persona es un médium; pero es por medio de una mediumnidad efectiva, consciente y facultativa que hemos llegado a observar la existencia del mundo invisible, y por medio de la diversidad de las manifestaciones obtenidas o provocadas, que hemos podido arrojar luz sobre la calidad de los seres que lo componen, y sobre el papel que juegan en la naturaleza; el médium ha hecho por el mundo invisible, lo que el microscopio ha hecho por el mundo de lo infinitamente pequeño.

Es pues una nueva fuerza, un nuevo poder, una nueva ley, en una palabra, lo que se nos revela. Es verdaderamente inconcebible que la incredulidad, incluso rechace la idea de ello, porque esta idea supone en nosotros un alma, un principio inteligente que sobrevive al cuerpo. Si se tratara del descubrimiento de una sustancia material y no inteligente, lo aceptarían sin dificultad; pero la acción inteligente, fuera del hombre, es superstición para ellos. Si, de la observación de los hechos producidos por la mediumnidad, nos remontamos a los hechos generales, podemos, por la semejanza de los efectos, concluir en la semejanza de las causas; sin embargo, es al notar la analogía de los fenómenos de Morzine con los que la mediumnidad pone ante nuestros ojos todos los días, que la participación de los Espíritus malignos nos parece evidente en esta circunstancia, y no parecerá menos, para aquellos que han meditado sobre los numerosos casos aislados, de los que se informa en la Revista Espírita. Toda la diferencia está en el carácter epidémico de la afección; pero la historia relata más de un hecho similar, entre los que figuran los de las monjas de Loudun, de los convulsionarios de Saint-Médard, de los camiseros de las Cévennes y de los poseídos del tiempo de Cristo; estos últimos tienen especialmente una notable analogía con los de Morzine; y una cosa digna de notarse, es que dondequiera que estos fenómenos han ocurrido, la idea de que se debían a los Espíritus, ha sido el pensamiento dominante y como que intuitivo, en aquellos que fueron afectados por ellos.

Si estamos dispuestos a referirnos a nuestro primer artículo, a la teoría de la obsesión contenida en el Libro de los Médiums, y a los hechos relatados en la Revista, veremos que la acción de los malos Espíritus sobre los individuos de quienes se apoderan, presenta matices muy variados de intensidad y duración según el grado de malignidad y perversidad del Espíritu, y también según el estado moral de quien les da más o menos fácil acceso. Esta acción suele ser solo temporal y accidental, más maliciosa y desagradable, que peligrosa, como en el hecho que relatamos en nuestro artículo anterior. El siguiente hecho pertenece a esta categoría.

El Sr. Indermühle, de Berna, miembro de la Sociedad Espírita de París, nos contó que en su propiedad de Zimmerwald, su labrador, hombre de fuerza hercúlea, se sintió atrapado una noche por un individuo que lo sacudía con fuerza. Fue una pesadilla, dirás; no, porque este hombre estaba tan despierto que se levantó y luchó por algún tiempo contra el que lo abrazaba; cuando se sintió libre, tomó su sable, que colgaba junto a su cama, y comenzó a sablear en las sombras, pero sin dar en nada. Encendió su vela, miró por todas partes y no encontró a nadie; la puerta estaba perfectamente cerrada. Apenas se había vuelto a acostar cuando el jardinero, que estaba en la habitación de al lado, empezó a pedir ayuda, forcejeando y gritando que lo estaban estrangulando. El granjero corre hacia su vecino, pero, como en casa, no encuentra a nadie. Un sirviente que dormía en el mismo edificio había oído todo este ruido. Toda esta gente asustada vino al día siguiente a informarle al Sr. Indermühle lo que había sucedido. Este último, después de haber investigado todos los detalles y haberse asegurado de que ningún extraño había podido entrar en las habitaciones, estaba más inclinado a creer en un mal truco de algún Espíritu, una vez que, durante algún tiempo manifestaciones físicas inequívocas de varios tipos habían estado ocurriendo en su propia casa. Tranquilizó a su gente y les dijo que observaran con atención lo que sucedería si algo así volviera a ocurrir. Como es médium, al igual que su esposa, invocó al Espíritu perturbador, quien asintió al hecho, y se excusó diciendo: “Quería hablarte, porque estoy desdichado y necesito de sus oraciones; desde hace mucho tiempo hago todo lo que puedo para llamar su atención; te llamo; incluso te jalé de la oreja (M. Indermühle recordó la cosa): nada ayudó. Así que pensé, mientras hacía la escena anoche, que podrías considerar llamarme; lo hiciste, estoy feliz; pero te aseguro que no tenía malas intenciones. Promete llamarme de vez en cuando y rezar por mí. El Sr. Indermühle lo reprendió duramente, repitió la conversación, lo sermoneó, lo que él escuchó con gusto, oró por él, dijo a su gente que hiciera lo mismo, lo cual hicieron como piadosos que son, y desde entonces todo ha permanecido en orden.

Desgraciadamente, no todos son de tan buena composición; este no estuvo mal; pero los hay cuya acción es tenaz, permanente, y hasta puede tener consecuencias nefastas para la salud del individuo, diremos más: para sus facultades intelectuales, si el Espíritu logra subyugar a su víctima hasta el punto de neutralizar su libre albedrío, y obligarle a decir y hacer extravagancias. Tal es el caso de la locura obsesiva, muy diferente en sus causas, si no en sus efectos, de la locura patológica.

Hemos visto, en nuestro viaje, al joven obsesionado mencionado en la Revista de enero de 1861 bajo el título de Poltergeist del Alba, y hemos obtenido de boca del padre y de testigos, la confirmación de todos los hechos. Este joven tiene ahora dieciséis años; es saludable, alto, perfectamente formado y, sin embargo, se queja de dolores de estómago y debilidad en los miembros, lo que, dice, le impide trabajar. Al verlo, se puede creer fácilmente que la pereza es su principal enfermedad, lo que no desmerece la realidad de los fenómenos ocurridos desde hace cinco años, y que recuerdan, en muchos aspectos, a los de Bergzabern (Reseña: mayo, junio y julio de 1858). No es así con su salud moral; de niño era muy inteligente y aprendía en la escuela con facilidad; desde entonces sus facultades se han debilitado notablemente. Es bueno agregar que sólo recientemente él y sus padres han sabido del Espiritismo, y todavía de oídas y muy superficialmente, pues nunca han leído nada; antes, nunca habían oído hablar de él; por lo tanto, no se puede ver en ello una causa provocadora. Los fenómenos materiales casi han cesado, o por lo menos son más raros hoy, pero el estado moral es el mismo, lo que es tanto más molesto para los padres cuanto que viven sólo de su trabajo. Conocemos la influencia de la oración en tales casos; pero como nada se puede esperar del niño a este respecto, se necesitaría la ayuda de los padres; están bastante convencidos de que su hijo está bajo una mala influencia oculta, pero su creencia difícilmente va más allá de eso, y su fe religiosa es muy débil. Le dijimos al padre que debemos orar, pero orar seriamente y con fervor. "Me han dicho eso antes", respondió; oré a veces, pero no hizo nada. Si supiera que, si orara una vez durante veinticuatro horas esto se acabaría, lo volvería a hacer. Vemos así cómo podemos ser secundados, en esta circunstancia, por aquellos que están más interesados en ella.

Aquí está la contrapartida de este hecho, y una prueba de la eficacia de la oración, cuando se hace con el corazón y no con los labios.

Una mujer joven, frustrada en sus inclinaciones, se había casado con un hombre con quien no podía simpatizar. El dolor que sintió por esto, la llevó a un trastorno en sus facultades mentales; bajo la influencia de una idea fija, perdió la razón y se vieron obligados a encerrarla. Esta señora nunca había oído hablar del Espiritismo; si se hubiera molestado en ello, no se habría dejado de decir que los Espíritus le habían vuelto la cabeza. Por lo tanto, el mal procedía de una causa moral accidental muy personal y, en tal caso, es concebible que los remedios ordinarios no pudieran ser de ayuda; como no había obsesión aparente, también se podía dudar de la eficacia de la oración.

Un miembro de la Sociedad Espírita de París, amigo de la familia, pensó que debía preguntar por ella a un Espíritu superior, quien respondió: "La idea fija de esta dama, por su misma causa, atrae a su alrededor una multitud de Espíritus malignos, que la envuelven en su fluido, la mantienen en sus ideas e impiden que lleguen a ella las buenas influencias. Espíritus de esta naturaleza, siempre abundan en ambientes similares a aquél en que ella se encuentra, y son a menudo un obstáculo para la curación de los enfermos. Sin embargo, puedes curarlo, pero para eso necesitas un poder moral capaz de vencer la resistencia, y este poder no se le da a una sola persona. Que cinco o seis Espíritas sinceros se reúnan todos los días, por algunos momentos, y oren fervientemente a Dios y a los buenos Espíritus para que la asistan; que vuestra oración ardiente sea al mismo tiempo magnetización mental; no necesitas, para eso, estar cerca de ella, al contrario; por el pensamiento, podéis llevar sobre ella una saludable corriente fluídica, cuyo poder será debido a vuestra intención y aumentado por el número; de esta manera, podrás neutralizar el mal fluido que la rodea. Hacer esto; tened fe y confianza en Dios, y esperanza”.

Seis personas se dedicaron a esta obra de caridad, y no fallaron un solo día, durante un mes, en la misión que habían aceptado. Después de unos días, el paciente estaba sensiblemente más tranquilo; quince días después, la mejoría era evidente, y hoy esta mujer ha regresado a casa en un estado perfectamente normal, aún ignorante, como su esposo, de dónde provino su cura.

El modo de acción está aquí claramente indicado, y no podemos añadir nada más preciso, a la explicación dada por el Espíritu. La oración, por lo tanto, no sólo tiene el efecto de pedir al paciente una ayuda externa, sino el de ejercer una acción magnética. ¡Qué, pues, no podría el magnetismo secundado por la oración! Desafortunadamente, algunos magnetizadores, como muchos médicos, desprecian demasiado el elemento espiritual; solo ven la acción mecánica y, por lo tanto, se privan de un poderoso auxiliar. Esperamos que los verdaderos Espíritas vean en este hecho una prueba más del bien que pueden hacer en tal circunstancia.

Surge aquí naturalmente una pregunta de gran importancia: ¿Puede el ejercicio de la mediumnidad causar trastornos de la salud y de las facultades mentales?

Nótese que esta pregunta así formulada, es la que plantean la mayoría de los antagonistas del Espiritismo, o, mejor dicho, en vez de pregunta, formulan el principio, como un axioma, al afirmar que la mediumnidad lleva a la locura; estamos hablando de la locura real y no de aquella, más burlesca que seria, con la que se gratifican los seguidores. Se concebiría esta pregunta, por parte de alguien que creyera en la existencia de los Espíritus y en la acción que pueden ejercer, porque para ellos es algo real; pero para los que no creen en ella, la pregunta es un disparate, porque si no hay nada, esa nada no puede producir nada. No siendo esta tesis defendible, se atrincheran en los peligros de la sobreexcitación cerebral que, según ellos, puede provocar la mera creencia en Espíritus. No volveremos sobre este punto ya tratado, pero nos preguntaremos si hemos contado todos los cerebros revueltos por el miedo al demonio, y las espantosas tablas de los suplicios del infierno y la condenación eterna, y si nos es más insano creer que uno tiene cerca Espíritus buenos y benévolos, los padres, los amigos y el ángel de la guarda, que el diablo.

La pregunta formulada de la siguiente manera es más racional y grave, ya que se admite la existencia y la acción de los Espíritus: ¿Puede el ejercicio de la mediumnidad provocar en un individuo la invasión de los Espíritus malignos y sus consecuencias?

Nunca hemos ocultado los escollos que se encuentran en la mediumnidad, por lo que hemos multiplicado las instrucciones sobre este tema en el Libro de los Médiums, y nunca hemos dejado de recomendar el estudio previo antes de dedicarse a la práctica; además, desde la publicación de este libro, el número de los obsesos ha disminuido sensible y notoriamente, porque ahorra una experiencia que los novicios suelen adquirir sólo a su costa. Lo repetimos, sí, sin experiencia, la mediumnidad tiene inconvenientes, el menor de los cuales sería dejarse mistificar por Espíritus engañosos o frívolos; hacer Espiritismo experimental sin estudio es querer hacer manipulaciones químicas sin saber química.

Los numerosos ejemplos de personas obsesionadas y subyugadas de la manera más lamentable, sin haber oído hablar nunca del Espiritismo, prueban sobradamente que el ejercicio de la mediumnidad no tiene el privilegio de atraer los malos Espíritus; además, la experiencia prueba que es un medio para alejarlos, al permitir reconocerlos. Sin embargo, como a menudo hay algunos que deambulan a nuestro alrededor, puede suceder que, encontrando una oportunidad para manifestarse, la aprovechen, si encuentran en el médium una predisposición física o moral que lo haga accesible a su influencia; ahora bien, esta predisposición se debe al individuo y a causas personales previas, y no es la mediumnidad la que la engendra; podemos decir que el ejercicio de la facultad es una ocasión y no una causa; pero si algunos individuos están en este caso, vemos otros que ofrecen a los Espíritus malignos una resistencia invencible, ya quienes éstos no se dirigen. Estamos hablando de los Espíritus realmente malos y dañinos, los únicos realmente peligrosos, y no de los Espíritus ligeros y burlones que se cuela por todas partes.

La presunción de creerse invulnerable contra los malos Espíritus ha sido más de una vez cruelmente castigada, pues nunca se los desafía impunemente por soberbia; el orgullo es la puerta que más fácil acceso les da, porque nadie ofrece menos resistencia que el orgulloso cuando lo tomamos por su lado débil. Antes de dirigirse a los Espíritus, conviene, pues, armarse contra el ataque de los malos, como cuando se camina por un terreno donde se teme la mordedura de las serpientes. Esto se logra, primero por el estudio preliminar que indica la ruta y las precauciones a tomar, luego por la oración; pero hay que penetrar en la verdad de que el único conservante está en sí mismo, en su propia fuerza, y nunca en las cosas exteriores, y que no hay talismanes, ni amuletos, ni palabras sacramentales, ni fórmulas sagradas o profanas que puedan tener la menor eficacia, si uno no posee las cualidades necesarias en uno mismo; por lo tanto, son estas cualidades las que debemos esforzarnos por adquirir.

Si uno estuviera bien penetrado por el fin esencial y serio del Espiritismo, si uno se preparara siempre para el ejercicio de la mediumnidad con una ferviente llamada al ángel de la guarda y a sus Espíritus protectores, si uno se estudiara a sí mismo esforzándose por purificarse de su imperfecciones, los casos de obsesiones medianímicas serían aún más raros; desafortunadamente, muchos lo ven solo como resultado de las manifestaciones; no satisfechos con las pruebas morales que abundan a su alrededor, quieren a toda costa darse la satisfacción de comunicarse con los Espíritus, impulsando el desarrollo de una facultad que a menudo no existe en ellos, guiados en esto, a menudo, más por la curiosidad que de un sincero deseo de mejorar. En consecuencia, en lugar de envolverse en una saludable atmósfera fluídica, de cubrirse con las alas protectoras de sus ángeles de la guarda, de buscar domar sus debilidades morales, abren la puerta a los Espíritus obsesivos que quieren tenerlos, que podrían haberlos atormentado de otra manera y en otro tiempo, pero que aprovechan la oportunidad que se les brinda. ¿Qué se puede decir entonces de los que se burlan de las manifestaciones y sólo ven en ellas un motivo de distracción o curiosidad, o que sólo buscan en ellas el medio de satisfacer su ambición, su codicia o sus intereses materiales? Es en este sentido que podemos decir que el ejercicio de la mediumnidad puede provocar la invasión de los malos Espíritus. Sí, es peligroso jugar con estas cosas. ¡Cuántas personas leen el Libro de los Médiums sólo para saber cómo hacerlo, porque la receta o el proceso es lo que más les interesa! En cuanto, el lado moral de la cuestión es accesorio. Por lo tanto, no es necesario imputar al Espiritismo cuál es el hecho de su imprudencia.

Volvamos a los poseídos de Morzine. Lo que un Espíritu puede hacer a un individuo, varios Espíritus pueden hacerlo a varios individuos simultáneamente, y dan a la obsesión un carácter epidémico. Una nube de Espíritus malignos puede invadir una localidad y manifestarse allí de diversas formas. Es una epidemia de este tipo la que azotó a Judea en la época de Cristo, y, en nuestra opinión, es una epidemia similar la que azotó a Morzine.

Es lo que trataremos de establecer en un próximo artículo, donde sacaremos a relucir las características esencialmente obsesivas de este acontecido. Analizaremos las memorias de los médicos que la observaron, entre otras la del doctor Constant, así como los médiums curativos empleados, ya sea por la medicina o por la vía de los exorcismos.

[1] Ver. diciembre de 1862.


Los sirvientes - La historia de un criado

El hecho relatado en el número anterior, bajo el título de Alojamiento y Salón (diciembre de 1862, página 377) nos recuerda uno que nos es de algún modo personal. En un viaje que hicimos hace dos años, vimos, en una familia de alto rango, a un criado muy joven cuyo rostro inteligente y delicado nos impresionó con su aire de distinción; nada en sus modales olía a bajeza; su afán por el servicio de sus amos no tenía ese servil servilismo propio de la gente de su condición. Al año siguiente, habiendo regresado a esta familia, ya no vimos a este niño allí y nos preguntamos si lo habían despedido. “No, nos han contestado; se había ido a pasar unos días a su país, y allí murió. Lo lamentamos mucho, porque era una persona excelente, y uno que tenía sentimientos muy por encima de su posición. Estaba muy apegado a nosotros y nos dio pruebas de la mayor devoción”.

Más tarde se nos ocurrió la idea de evocar a este joven, y he aquí lo que nos dice:

En mi penúltima encarnación fui, como se dice en la tierra, de muy buena familia, pero arruinado por las prodigalidades de mi padre. Me quedé huérfano muy joven e indigente. Sr. de G... era mi benefactor; me crio como a su hijo, y me hizo tener una excelente educación, de la que me enorgullecí demasiado. Quise, en mi última existencia, expiar mi orgullo naciendo en condición servil, y encontré allí la ocasión de probar mi devoción a mi bienhechor. Incluso le salvé la vida sin que él lo sospechara. Fue a la vez una prueba de la que salí con ventaja, ya que tenía la fuerza suficiente para no dejarme corromper por el contacto con un medio casi siempre vicioso; a pesar de los malos ejemplos, me mantuve puro, y doy gracias a Dios por ello, porque soy recompensado con la felicidad que disfruto.

P. ¿En qué circunstancias salvó la vida del Sr. de G…? — R. Mientras montaba a caballo, donde yo lo seguía solo, vi un gran árbol a caer sobre su costado, que él no vio; lo llamé con un grito terrible; se volvió rápidamente, y mientras tanto el árbol cayó a sus pies; sin el movimiento que provoqué, había sido aplastado.

Observación. — Sr. de G…, a quien se le comunicó el incidente, lo recordaba perfectamente.

P. ¿Por qué moriste tan joven? — R. Dios había juzgado suficiente mi prueba.

P. ¿Cómo pudiste sacar provecho de esta prueba, si no tenías memoria de tu existencia anterior y de la causa que había motivado esta prueba? — R. En mi humilde posición, todavía tenía un instinto de orgullo que estaba bastante feliz de poder dominar, lo que significaba que la prueba era rentable para mí, de lo contrario, todavía tendría que empezar de nuevo. Mi Espíritu recordaba en sus momentos de libertad, y cuando desperté me quedé con un deseo intuitivo de resistir a mis tendencias que sentía malas. Tenía más mérito luchar así que si hubiera recordado claramente el pasado. El recuerdo de mi antigua posición habría exaltado mi orgullo y me habría preocupado, mientras que yo sólo tenía que luchar contra las tentaciones de mi nueva posición.

P. Habías recibido una educación brillante, ¿de qué te sirvió en tu última existencia, ya que no recordabas los conocimientos que habías adquirido? — R. Tal conocimiento habría sido inútil, una tontería incluso en mi nuevo puesto; quedaron latentes, y hoy las vuelvo a encontrar. Sin embargo, no me han sido inútiles, pues han desarrollado mi inteligencia; instintivamente tenía gusto por las cosas buenas, lo que me inspiraba repulsión, por los ejemplos bajos e innobles que tenía ante mis ojos; sin esta educación no habría sido más que un criado.

P. ¿Los ejemplos de siervos abnegados hacia sus amos se deben a relaciones anteriores? — R. No lo dudes; este es al menos el caso más común. Estos sirvientes son a veces incluso miembros de la familia o, como yo, deudores que pagan una deuda de gratitud y cuya devoción ayuda a avanzar. No sabéis todos los efectos de simpatía y antipatía que estas relaciones anteriores producen en el mundo. No, la muerte no interrumpe estas relaciones que a menudo continúan de siglo en siglo.

P. ¿Por qué estos ejemplos de siervos dedicados son tan raros hoy? — R. Hay que censurar el espíritu de egoísmo y orgullo de vuestro siglo, desarrollado por la incredulidad y las ideas materialistas. La verdadera fe se va por medio de la codicia y el deseo de ganancia, y con ello la devoción. El Espiritismo, al devolver a los hombres el sentido de la verdad, hará volver a las virtudes olvidadas.

Observación. - Nada mejor que este ejemplo para resaltar el beneficio del olvido de existencias anteriores. Si el Sr. de G ... se hubiera acordado de lo que había sido su joven criado, se hubiera avergonzado mucho de él, y ni siquiera lo hubiera mantenido en este estado; habría impedido así la prueba que era provechosa para ambos.


Boïeldieu en la milésima función de Dame Blanche

Las siguientes estrofas, del Sr. Méry, fueron recitadas en la milésima representación de La Dame Blanche, en el Théâtre de l'Opéra-Comique, el 16 de diciembre de 1862:

¡A BOIELDIEU!

Gloria a la obra, donde por todas partes canta la melodía.

Obra de Boïeldieu, mil veces aplaudida,

¡Y como en los días pasados, tan joven en los días presentes!

París todavía la ve en un salón lleno,

¡La dama de Avenel, la dama castellana!

¡Diez veces centenaria, después de treinta y seis años!

Es que el Escritor dio todo lo que el poeta

puede inventar de mejor para el ejecutante de la lira,

Y el maestro inspirado prodigó, a su vez,

El encanto que las palabras nunca han podido describir:

El acento que te hace soñar, el acento que te hace sonreír,

¡La alegría del espíritu, el éxtasis del amor!

Es que todos estos acuerdes cuya suprema gracia

Estalla en la voz, en la orquesta, en el poema,

El arte erudito de su noche no los cubrió;

Para Boïeldieu, esa es su mejor victoria,

Convierte a cualquier audiencia en un artista y le habla a la audiencia.

¡Este lenguaje del corazón que el universo entiende!

Entonces con qué felicidad varía el gran maestro

¡Acentos inspirados en su amada musa!

¡Qué río de oro cayó de su soberano laúd!

¡Qué rayos salen de la niebla escocesa!

Por medio de esta obra, sobre todo, la música francesa

¡No tengas nada que temer de los Alpes o el Rhin!

A nosotros nos toca celebrar esta noble milésima,

Lo que parece elevar la obra a su cumbre más alto;

Y entonces... ¿sabemos los secretos de la muerte?...

¿Quién sabe? tal vez aquí se eleva bajo esta bóveda

Una sombra que esta noche nos escucha con alegría,

¡Un oyente más que no vemos!


Todos los Espíritas han notado esta última estrofa, que no podría corresponder mejor a su pensamiento, ni expresar mejor la presencia entre nosotros del Espíritu de los que han dejado sus restos mortales. Para los materialistas, es simplemente un juego de la imaginación del poeta; porque, según ellos, nada queda del hombre de genio cuya memoria se celebraba, y las palabras dirigidas a él se perdieron en el vacío sin encontrar eco; los recuerdos y lamentos que dejó son nulos para él; además, su vasta inteligencia es en sí misma un accidente de la naturaleza y de su organización. ¿Dónde estaría entonces su mérito? No tendría más crédito por haber compuesto sus obras maestras que los organillos que las ejecutan. ¿No tiene este pensamiento algo de helado, digamos más, algo profundamente inmoral? ¿Y no es triste ver a hombres de talento y de ciencia defendiéndolas en sus escritos, y enseñándolas a los jóvenes de las escuelas desde lo alto del púlpito, tratando de demostrarles que sólo nos espera la nada, y que, en consecuencia, el que ha podido o ha sabido sustraerse a la justicia humana, no tiene nada más que temer? Esta idea, que no es demasiado repetir, es eminentemente subversiva del orden social, y la gente tarde o temprano sufre las terribles consecuencias de su predominio por medio del desencadenamiento de las pasiones; pues sería mejor decirles: Podéis hacer lo que queráis impunemente, con tal de que seáis los más fuertes. Esta idea, sin embargo, debe admitirse para el elogio de la humanidad, encuentra un sentimiento de repulsión entre las masas. Nos preguntamos qué efecto habría producido el poeta en el público si, en lugar de esta imagen tan verdadera, tan impactante y tan consoladora, de la presencia del Espíritu de Boïeldieu en medio de este numeroso auditorio, contento con los votos otorgados a su obra, habría venido a decir: Del hombre que lamentamos, sólo queda lo que fue puesto en el sepulcro y que se destruye cada día; algunos años más, y hasta su polvo ya no existirá; pero de su ser pensante nada queda; ha vuelto a la nada de donde salió; ya no nos ve, ya no nos oye. Y a ti, su hijo aquí presente, que veneras su memoria, tus pesares ya no lo tocan; en vano os acordáis en vuestras ardientes oraciones: no puede venir, porque ya no existe; el sepulcro está cerrado sobre él para siempre; en vano esperáis volver a verlo cuando dejéis la tierra, porque también vosotros volveréis como él a la nada; es en vano que le pidáis su apoyo y su consejo: os ha dejado solo y muy solo; ¿Crees que te sigue cuidando, que está a tu lado, que está aquí, entre nosotros? Ilusión de una mente débil. ¡Eres un médium, dices, y crees que él puede manifestarse a ti! Superstición renovada de la Edad Media; efecto de tu imaginación que se refleja en tus escritos.

Nos preguntamos, ¿qué habría dicho el público ante semejante imagen? Sin embargo, esta es la teoría de la incredulidad.

Al escuchar estos versos, algunos de los asistentes sin duda se dijeron: “¡Buena idea! tiene un efecto; pero otros, y la mayor parte, habrán dicho: "¡Pensamiento dulce y consolador!" calienta el corazón! Sin embargo, podrían haber agregado, si el alma de Boïeldieu está presente aquí, ¿Cómo es ella? ¿En qué forma se presenta? ¿Es una llama, una chispa, un vapor, un soplo? ¿Cómo ve y oye? Es precisamente esta incertidumbre sobre el estado del alma lo que da lugar a la duda; ahora bien, esta incertidumbre, el Espiritismo viene a disiparla diciendo: Boïeldieu, al morir, dejó sólo su envoltura pesada y tosca; pero su alma ha conservado su indestructible envoltura fluida; y después, liberado de las cadenas que lo sujetaban al suelo, puede elevarse y cruzar el espacio. Él está aquí, en su forma humana pero etérea, y si el velo que lo oculta de la vista pudiera ser levantado, veríamos a Boïeldieu, yendo y viniendo o flotando sobre la multitud, y con él miles de Espíritus con cuerpos etéreos, viniendo a unirse a su triunfo.

Ahora bien, si el Espíritu de Boïeldieu está allí, es porque se interesa por lo que allí sucede, es porque se asocia a los pensamientos de los presentes; ¿Por qué entonces no debería dar a conocer su propio pensamiento si tiene el poder para hacerlo? Es este poder que el Espiritismo observa y explica. Su envoltura fluídica, invisible y etérea como es, es sin embargo una especie de materia; durante su vida, sirvió como intermediaria entre su alma y su cuerpo; por ella transmitía su voluntad, a la cual el cuerpo obedecía, y por ella recibía el alma las sensaciones experimentadas por el cuerpo; es, en una palabra, la línea de unión entre Espíritu y materia propiamente dicha. Hoy que se ha desembarazado de su envoltura corpórea, al asociarse, por simpatía, con otro Espíritu encarnado, puede, en cierto modo, tomar prestado momentáneamente su cuerpo para expresar sus pensamientos de palabra o por escrito, es decir, de manera medianímica, es decir por intermediario.

Así, de la supervivencia del alma, a la idea de que puede estar entre nosotros, sólo hay un paso; de esta idea, a la posibilidad de comunicar, la distancia no es grande; todo es darse cuenta de cómo opera el fenómeno. Vemos, pues, que la Doctrina Espírita, al dar como verdad las relaciones del mundo visible y el mundo invisible, no adelanta algo tan excéntrico como algunos quisieran decir, y la solidaridad, que prueba que existe entre estos dos mundos, es la puerta que abre los horizontes del futuro.

Leídas las estrofas del Sr. Méry en la Sociedad Espírita de París, en la sesión del 19 de diciembre de 1862, Sra. Costel obtuvo, después de esta sesión, la siguiente comunicación del Espíritu de Boïeldieu:

“Estoy feliz de poder expresar mi gratitud, a quienes, al celebrar al viejo músico, no se han olvidado del hombre. Un poeta —los poetas son adivinos— sintió el soplo de mi alma, todavía enamorada de la armonía. La música resonaba en sus deslumbrantes versos inspiradores, pero también vibraba una nota emotiva, que proyectaba sobre los vivos la sombra feliz del que estaban celebrando.

Sí, asistí a esta fiesta conmemorativa de mi talento humano, y por encima de los instrumentos escuché una voz, más melodiosa que la melodía terrenal, que cantaba a la muerte despojada de su antiguo terror, y apareciendo, ya no como una oscura divinidad de Erebus, sino como la estrella resplandeciente de esperanza y resurrección.

La voz cantó también de la unión de los Espíritus con sus hermanos encarnados; ¡dulce misterio! unión fecunda que completa al hombre y le devuelve las almas que en vano pidió el silencio de la tumba.

El poeta, precursor del tiempo, es bendecido por Dios. Una alondra matutina, celebra el amanecer de las ideas mucho antes de que hayan aparecido en el horizonte. Pero ahora la sagrada revelación se extiende como una bendición a todos, y todos, como el poeta amado, sentís a vuestro alrededor la presencia de aquellos a quienes vuestra memoria evoca”.

Boieldieu.


Carta sobre el Espiritismo extraída del Renard, semanario de Burdeos, 1 de noviembre de 1862

Al redactor jefe de Le Renard.

Estimado editor,

Si el tema que estoy discutiendo aquí no le parece demasiado trillado, ni demasiado tratado, inserte esta carta en el próximo número de su estimada revista:

Unas palabras sobre el Espiritismo: Es una cuestión tan controvertida y que ocupa tantos ánimos hoy, que todo lo que un hombre leal y seriamente convencido pueda escribir sobre este tema, a nadie puede parecerle ocioso o ridículo.

No quiero imponer mis creencias a nadie; no tengo ni la edad, ni la experiencia, ni la inteligencia necesaria para ser un Mentor; sólo quiero decir a todos aquellos que, conociendo sólo el nombre de esta teoría, están dispuestos a acoger el Espiritismo con burla o desdén sistemático: Haced como yo he hecho; primero trata de educarte, y luego tendrás derecho a ser desdeñoso o burlón.

Hace un mes, Sr. Editor, apenas tenía una vaga idea del Espiritismo; sólo sabía que este descubrimiento o esta utopía, para la que se había inventado una palabra nueva, descansaba en hechos (verdaderos o falsos), tan sobrenaturales que eran rechazados de antemano por todos los hombres, que no creen en nada de esto que los asombra, que nunca siguen un progreso sino a cuestas de todo su siglo, y que, nuevo Santo Tomás, sólo se persuaden cuando han tocado. Como ellos, lo confieso, estaba dispuesto a reírme de esta teoría y sus seguidores; pero antes de reír, quise saber de qué me reía, y me hice presentar en una sociedad de Espíritas, en la casa del Sr. E. B. Por cierto, Sr. B., que me parecía un espíritu recto, serio e ilustrado, está lleno de una convicción lo suficientemente fuerte, como para detener la sonrisa en los labios de un mal bromista; pues, se diga lo que se diga, siempre se impone una sólida convicción.

Al final de la primera sesión, ya no me reía, pero aún tenía dudas, y lo que sentía, sobre todo, era un deseo extremo de aprender, una impaciencia febril por asistir a nuevas pruebas.

Eso es lo que hice ayer, Sr. Editor, y ya no tengo dudas. Sin hablar de algunas comunicaciones personales, que se me hicieron sobre cosas desconocidas, tanto del médium como de todos los miembros de la Sociedad, vi hechos, según yo, irrefutables.

Sin hacerlo aquí, comprenderá por qué, reflexiones sobre el grado de educación o inteligencia del médium, declaro que es imposible, que alguien que no sea un Bossuet o un Pascal, pueda responder de inmediato, de la manera más ordenada posible, con una velocidad mecánica por así decirlo, y en un estilo conciso, elegante y correcto, varias páginas sobre cuestiones como ésta: "¿Cómo se puede conciliar el libre albedrío con la divina presciencia?", es decir, sobre los problemas más difíciles de la metafísica. .

Esto es lo que vi, Sr. Editor, y muchas otras cosas que no añadiré a esta carta, que ya es demasiado larga; escribo esto, lo repito, para suscitar, si puedo, en algunos de vuestros lectores, el deseo de aprender; tal vez entonces se convencerán como yo.

Tibulle Lang
Antiguo alumno de la Ecole Polytechnique.


Algunas palabras sobre el Espiritismo - Extracto del Écho de Sétif, Argelia, 9 de noviembre de 1862

Desde hace algún tiempo el mundo ha estado inquieto, temblando y buscando; el mundo sufre, tiene necesidades muy grandes.

Admitamos que el Espiritismo no existe, que todo lo que se dice de él es fruto del error, de la alucinación de unas pocas mentes enfermas; pero ¿no es nada ver a seis millones de hombres padecer la misma enfermedad en siete u ocho años?

Para mí, veo muchas cosas en él: veo en él el presentimiento de grandes acontecimientos, porque en todos los tiempos, en vísperas de épocas significativas, el mundo siempre ha estado preocupado, turbulento incluso, sin darse cuenta de su malestar. Lo cierto hoy es que, después de haber pasado por una época de espantoso materialismo, siente la necesidad de una razonada creencia espiritualista; él quiere creer a sabiendas, si puedo decirlo de esa manera. Estas son las causas de su enfermedad, si admitimos que hay enfermedad.

Decir que no hay nada en el fondo de este movimiento es una temeridad.

Un escritor, al que no tengo el honor de conocer, acaba de publicar un artículo muy meditado en el Écho de Sétif del 18 de septiembre. Él mismo confiesa que no conoce el Espiritismo. Investiga si es posible, si puede existir, y su investigación lo ha llevado a concluir que el Espiritismo no es imposible.

Sea como fuere, los Espíritas tienen hoy derecho a regocijarse, pues los hombres de élite están dispuestos a dedicar parte de sus estudios, a la búsqueda de lo que algunos llaman verdad y otros error.

En lo que a mí respecta, puedo dar fe de un hecho: es que he visto cosas que uno no puede creer sin haberlas visto.

Hay una parte muy ilustrada de la sociedad que no niega específicamente el hecho, pero afirma que las comunicaciones que uno recibe son directamente del infierno. Esto es lo que no puedo admitir ante comunicados como este: “Creed en Dios, creador y organizador de las esferas, amad a Dios, creador y protector de las almas… Galileo.”

El diablo no debe haber hablado siempre así; porque, si así fuera, los hombres le habrían dado una reputación que no habría merecido. Y si es cierto que le faltó el respeto a Dios, admitámoslo, realmente diluyó su vino.

Yo también estaba incrédulo, no podía convencerme, de que Dios jamás permitiría que nuestro Espíritu se comunicara, sin nuestro conocimiento, con el Espíritu de una persona viva; sin embargo, tuve que enfrentar los hechos. He pensado, y un durmiente me respondió claro, categórico; ningún sonido, ningún temblor ocurrió en mi cerebro. ¡El Espíritu del durmiente, por lo tanto, se correspondía con el mío sin mi conocimiento! Esto es lo que doy fe.

Antes de este descubrimiento, pensaba que Dios había puesto una barrera infranqueable entre el mundo material y el mundo espiritual. Me equivoqué, eso es todo. Y parece que cuanto más incrédulo era, más quería Dios desengañarme poniendo ante mis ojos hechos extraordinarios y evidentes.

Quería escribirme a mí mismo, para no ser mistificado por un tercero; mi mano nunca hizo el menor movimiento. Puse la pluma en la mano de un niño de catorce años, se durmió sin que yo lo deseara. Al ver esto, me retiré a mi jardín, con la convicción de que esta supuesta verdad era sólo un sueño; pero al volver a mi casa noté que el niño había escrito. Me acerqué a leer, y vi con gran sorpresa, que el niño había respondido a todos mis pensamientos. Todavía protestando, a pesar de este hecho, y queriendo confundir al durmiente, mentalmente hice una pregunta sobre historia antigua. Sin dudarlo, el durmiente respondió categóricamente.

Detengámonos aquí y presentemos brevemente algunas observaciones.

Supongamos que no hubo interferencia de los Espíritus de otro mundo, el hecho es que el Espíritu del durmiente y el mío estaban en perfecta correspondencia. He aquí, pues, un hecho, en mi opinión, que merece ser estudiado. Pero hay hombres tan sabios que no tienen más que estudiar y prefieren decirme que soy un loco.

Un loco, sí, pero luego veremos quién se equivoca.

Si hubiera pronunciado una sola palabra, si hubiera hecho la más mínima señal, no me habría rendido; pero no me moví, no hablé: ¡qué digo, no respiré!

¡Y bien! ¿Hay algún erudito que quiera hablarme sin decirme una palabra o sin escribirme? ¿Hay quien quiera traducir mi pensamiento sin conocerme, sin haberme visto? Y lo que es más fuerte, ¿no puedo engañarlo aun hablándole, y eso, sin que él lo sospeche? Esto no podría hacerse con el médium en cuestión. Lo intenté muchas veces, fallé.

Si me permite, le daré a continuación algunas de las comunicaciones que obtuve.

Continua …


Respuesta a una pregunta sobre el Espiritismo desde el punto de vista religioso

La siguiente pregunta nos la ha dirigido una persona de Burdeos, a quien no tenemos el honor de conocer, y a la que hemos creído necesario responder por la Revista, para instrucción de todos:

“Leo en una de tus obras: “El espiritismo no se dirige a aquellos que tienen alguna fe religiosa, con el fin de desviarlos de ella, y a quienes esta fe les basta por su razón y su conciencia, sino a la numerosa categoría de los inciertos y de los incrédulos, etc.”

¡Oye! ¿porqué no? ¿No debería el Espiritismo, que es la verdad, dirigirse a todos? ¿A todos los que están en error? Sin embargo, los que creen en cualquier religión, protestante, judía, católica o cualquier otra, ¿no se equivocan? Allí están sin duda, ya que las diversas religiones, que hoy se profesan dan como verdades indiscutibles, y nos obligan a creer en cosas completamente falsas, o al menos en cosas que pueden provenir de fuentes verdaderas, pero completamente mal interpretadas. Si se prueba que las penas son sólo temporales, y Dios sabe que es un pequeño error confundir lo temporal con lo eterno, que el fuego del infierno es una ficción, y en lugar de una creación en seis días, son millones de siglos, etc.; si todo esto se prueba, digo, partiendo de este principio de que la verdad es una, las creencias a que dio lugar la interpretación tan falsa de estos dogmas no son ni más ni menos que falsas, pues una cosa es o no es; no hay término medio.

Por qué, entonces, el Espiritismo no debería dirigirse tanto a los que creen en tonterías, para disuadirlos de ello, ¿cómo a los que no creen en nada o dudan? Etc.”

Aprovechamos la carta de la que hemos extraído los pasajes anteriores, para recordar una vez más el fin esencial del Espiritismo, sobre el cual el autor de esta carta no parece estar completamente edificado.

Por las pruebas patentes que da de la existencia del alma y de la vida futura, bases de todas las religiones, es la negación del materialismo, y por tanto se dirige a los que niegan o dudan. Es bastante obvio que el que no cree en Dios ni en su alma no es ni católico, ni judío, ni protestante, cualquiera que sea la religión en que haya nacido, pues ni siquiera sería mahometano o budista; ahora, por la evidencia de los hechos, se le hace creer en la vida futura con todas sus consecuencias morales; le corresponde entonces adoptar el culto que mejor convenga a su razón o a su conciencia; pero ahí se detiene el papel del Espiritismo; toma las tres cuartas partes del camino; da el paso más difícil, el de la incredulidad, los demás hacen el resto.

Pero, el autor de la carta podrá decir, ¿si no me conviene ningún culto? ¡Y bien! Así que quédate como eres; El Espiritismo nada puede hacer al respecto; no se compromete a hacerte abrazar un culto a la fuerza, ni a discutirte el valor intrínseco de los dogmas de cada uno: lo deja a tu conciencia. Si lo que da el Espiritismo no os basta, buscad, entre todas las filosofías que existen, una doctrina que satisfaga mejor vuestras aspiraciones.

Los incrédulos y los escépticos forman una categoría inmensamente numerosa, y cuando el Espiritismo dice que no se dirige a aquellos que tienen alguna fe y para quienes esta fe es suficiente, quiere decir que no se impone a nadie y no viola ninguna conciencia. Dirigiéndose a los incrédulos, logra convencerlos por los medios que le son propios, por el razonamiento de que sabe que tiene acceso a su razón, ya que los otros han sido impotentes; en una palabra, tiene su método, con el que obtiene resultados bastante buenos todos los días; pero no tiene doctrina secreta; no dice a unos: abre los oídos, ya otros: ciérralos; habla a todos por medio de sus escritos, y todos son libres de adoptar o rechazar su manera de ver las cosas. De esta manera, hace creyentes fervorosos a los que eran incrédulos; eso es todo lo que quiere. A cualquiera que dijera: “Tengo mi fe y no quiero cambiarla; creo en la eternidad absoluta del dolor, en las llamas del infierno y en los demonios; hasta sigo creyendo que es el sol que gira porque la Biblia lo dice, y creo que mi salvación está a este precio”, responde el Espiritismo: “Guarda tus creencias, que te convienen; nadie trata de imponerte otras; no me dirijo a ti, ya que no me quieres; y en esto es fiel a su principio de respetar la libertad de conciencia. Si hay quienes creen estar en el error, son libres de mirar la luz, que alumbra para todos; aquellos que creen que tienen razón son libres de mirar hacia otro lado.

Una vez más, el Espiritismo tiene una meta de la cual no quiere ni debe desviarse; conoce el camino que debe conducirlo allí, y lo seguirá sin dejarse engañar por las sugestiones de los impacientes: todo llega a su tiempo, y querer ir demasiado rápido es muchas veces retroceder en lugar de avanzar.

Dos palabras más al autor de la carta: Nos parece que hemos hecho una falsa aplicación de este principio de que la verdad es una, al concluir que ciertos dogmas, como el de las penas futuras y el de la creación, han recibido una interpretación mala, todo debe estar mal en la religión. ¿No vemos todos los días que las mismas ciencias positivas reconocen ciertos errores de detalle, sin que la ciencia sea radicalmente falsa por ello? ¿No ha estado la Iglesia de acuerdo con la ciencia en ciertas creencias que una vez hizo artículos de fe? ¿No reconoce hoy la ley del movimiento de la tierra y la de los períodos geológicos de la creación, que había condenado como herejías? En cuanto a las llamas del infierno, toda la alta teología está de acuerdo en reconocer que es una figura, y que por eso debemos entender un fuego moral y no un fuego material. En varios otros puntos, las doctrinas también son menos absolutas que antes; de lo cual podemos concluir que un día, cediendo a la evidencia de los hechos y de las pruebas materiales, comprenderá la necesidad de una interpretación, en armonía con las leyes de la naturaleza, de algunos puntos aún controvertidos; porque ninguna creencia puede, de manera legítima o racional, prevalecer contra estas leyes. Dios no puede contradecirse estableciendo dogmas contrarios a sus leyes eternas e inmutables, y el hombre no puede pretender ponerse por encima de Dios decretando la nulidad de estas leyes. Ahora bien, la Iglesia, que ha comprendido esta verdad para ciertas cosas, la comprenderá también para otras, especialmente en lo que se refiere al Espiritismo, fundado en todos los aspectos sobre las leyes de la naturaleza, todavía mal comprendidas, pero que comprendemos cada día mejor.

Por lo tanto, no debemos apresurarnos a rechazar un todo, porque ciertas partes son oscuras o defectuosas, y creemos útil, a este respecto, recordar la fábula de: El Mono hembra, el Mono macho y la Nuez.


Identidad de un Espíritu encarnado

Nuestro colega Sr. Delanne, estando de viaje, nos transmite el siguiente relato, de la evocación que hizo, del Espíritu de su esposa, viva, que se quedó en París.

… El pasado 11 de diciembre, estando en Lille, evoqué el Espíritu de mi esposa a las once y media de la noche; me dijo que uno de sus parientes, por casualidad, se había acostado con ella. Este hecho me dejó en duda, no creyéndolo posible, cuando dos días después recibí una carta de ella confirmando la realidad de la cosa. Te envío nuestra entrevista, aunque no es nada especial, sino porque ofrece una clara prueba de identidad.

1. P. ¿Estás ahí, querida amiga? - R. Sí, mi gordo. (Es su término favorito.)

2. P. ¿Puedes ver los objetos a mi alrededor? — R. Puedo verlos claramente. Estoy feliz de estar contigo. ¡Espero que estés bien abrigado! (Eran las once y media; acababa de llegar de Arras; no había fuego en la habitación; iba envuelto en mi abrigo de viaje y ni siquiera me había quitado la bufanda.)

3. P. ¿Estás feliz de haber venido sin tu cuerpo? — R. Sí, amigo mío; te lo agradezco. Tengo mi cuerpo fluídico, mi periespíritu.

4. P. ¿Me estás haciendo escribir y cuál es tu posición? — R. Hacia ti; ciertamente que a tu mano le sigue costando caminar.

5. P. ¿Estás dormida? — R. No, todavía no muy bien.

6. P. ¿Tu cuerpo te está frenando? – R. Sí, siento que me frena. Mi cuerpo está un poco enfermo, pero mi Espíritu no sufre.

7. P. ¿Tuvisteis la intuición durante el día de que la evocaría esta tarde? — R. No, y sin embargo no puedo definir qué me dijo que te vería. (En este momento tuve un ataque de tos.) Todavía estás tosiendo, amigo; cuídate un poco.

8. P. ¿Puedes ver mi periespíritu? — R. No, sólo puedo distinguir tu cuerpo material.

9. P. ¿Te sientes más libre y mejor que con tu cuerpo? — R. Sí, porque ya no sufro. (En una carta posterior supe que, efectivamente, había estado indispuesta.)

10. P. ¿Ves Espíritus a mi alrededor? — R. No; sin embargo, tengo muchas ganas de verlos.

11. P. ¿Tienes miedo de estar sola en casa? — R. Adele está conmigo. (Esta persona, pariente nuestra, nunca duerme en casa; la vemos muy pocas veces.)

12. P. ¿Cómo es que Adele está contigo? ¿Está durmiendo contigo? — R. Sí, por casualidad.

13. P. ¿Eres realmente tú, mi querida esposa, quien me habla? — R. Sí, amigo; soy yo.

14. P. ¿Puedes ver claramente aquí? — R. Sí, todo irradia mejor que tu débil luz. (Solo tenía una vela en un dormitorio grande).

15. P. ¿Me comunicas por intuición o mecánicamente? — R. Golpeo más particularmente en tu cerebro que está preparado para recibir más fácilmente, pero a pesar de eso dirijo tu mano al mismo tiempo.

16. P. ¿Cómo ves que mi cerebro está apto para recibir comunicaciones Espíritas? — R. Es por el desarrollo que han adquirido recientemente vuestros órganos, lo que prueba que era necesario... (En este momento suena la medianoche y el Espíritu se detiene.)

17. P. ¿Oyes los sonidos del reloj? — R. Sí, pero todavía me llama la atención este sonido inusual; es como la música celestial que escuché en el sueño que te conté. (En efecto, algún tiempo antes de mi partida había tenido un sueño delicioso en el que había oído una armonía sin igual. En ese momento, ciertamente yo no estaba pensando en este sueño, que había olvidado por completo; no podría ser, por tanto, el reflejo de mi pensamiento; pues, como nadie más lo sabía, y yo estaba solo en ese momento, vi en esta revelación espontánea una nueva prueba de la identidad del Espíritu de mi esposa. espontáneamente completa la frase comenzada arriba.)

… mucha potencia en tan poco tiempo.

18. P. ¿Quieres que invoque a mi ángel de la guarda para comprobar tu identidad? ¿Te molestará? — R. Puedes hacerlo.

19. P. (A mi ángel de la guarda.) ¿Es realmente el Espíritu de mi mujer que me acaba de hablar? — R. Es tu mujer la que te habla y se alegra de verte.

20. P. (A mi mujer.) ¿Has visto a mi ángel de la guarda? — R. Sí, resplandece de luz; simplemente apareció y desapareció.

21. P. ¿Te vio él mismo? — R. Sí, me miró con ojos de clemencia celestial; y yo, toda confundida, me incliné. Adiós, mi gordo, me siento obligada a dejarte.

Observación. Si este control se hubiera limitado a la respuesta del ángel de la guarda, habría sido del todo insuficiente, pues habría sido necesario controlar a su vez la identidad del ángel de la guarda, cuyo nombre perfectamente podría haber usurpado un Espíritu engañoso. No hay nada en su simple afirmación que revele su calidad. En tal caso, siempre es preferible que lo revise un médium extraño que no esté bajo la misma influencia; invocar uno mismo un Espíritu para controlar a otro no siempre ofrece suficiente garantía, sobre todo si se pide permiso a aquel de quien se sospecha. En la circunstancia de que se trata, la encontramos en la descripción que el Espíritu da del ángel de la guarda; un Espíritu engañoso no podría haber asumido este aspecto celestial; se reconoce, además, en todas sus respuestas, un carácter de verdad que el engaño no puede simular.

Próxima sesión vespertina.

22. P. ¿Estás ahí? — R. Sí; te diré lo que te preocupa; es Adela. ¡Y bien! sí; en realidad durmió conmigo, lo juro.

23. P. ¿Tu cuerpo está mejor? — R. Sí; no fue nada.

24. P. ¿Ves algún Espíritu hacia ti hoy? — R. No veo nada todavía, pero siento a alguien, porque me preocupa mucho estar sola.

25. P. Reza, mi buena amiga, y quizás te vaya mejor. — R. Sí, eso es lo que voy a hacer. Di conmigo: “Dios mío, grande y justo, por favor bendícenos y absuélvenos de nuestras iniquidades; da gracias a tus hijos que te aman; dígnate inspirarlos con tus virtudes, y concédeles la gracia insigne de ser un día contado entre tus elegidos. Que los dolores terrenales no les parezcan nada comparados con la felicidad que tú reservas para los que te aman sinceramente. Absuélvenos, Señor, y continúa tus beneficios para con nosotros por la divina intercesión de la pura y angélica Santa María, madre de los pecadores y misericordia encarnada. “

Observación. Esta oración improvisada por el Espíritu es conmovedoramente sencilla. El Sr. Delanne sólo conocía el hecho de Adele, por lo que le había dicho el Espíritu de su esposa, y fue este hecho lo que le infundió dudas; después de haberle escrito sobre este tema, recibió la siguiente respuesta:

“…Adele vino ayer por la tarde, por casualidad; la insté a que se quedara, no por miedo, me río, sino por tenerla conmigo; ves muy bien que se quedó en la cama conmigo. He estado un poco preocupada las últimas dos noches; sentí una especie de inquietud de la que no era plenamente consciente; era como una fuerza invencible que me obligaba a dormir; estaba como aniquilada; ¡pero estoy tan feliz de haber ido a ti! …”


La barbarie en la civilización

Horrible tortura de un negro

Una carta de Nueva York, fechada el 5 de noviembre, a Courts Gazette, contiene los siguientes detalles de una horrible tragedia que tuvo lugar en Dalton, condado de Caroline, Maryland:

“Recientemente habíamos arrestado a un joven negro acusado de agresión indecente a la persona de una niña blanca. Graves sospechas pesaban sobre él. La niña, que fue objeto de su violencia criminal, declaró que lo reconoció perfectamente. El acusado había sido encerrado en la prisión de Dalton. Apenas había estado allí unas horas cuando una gran multitud, lanzando gritos de ira y venganza, exigió que se le entregara al infortunado negro.

Los representantes del orden y de la autoridad, viendo que les sería imposible defender a su prisionero, por la fuerza, contra esta multitud irritada, trataron en vano, con los discursos más apremiantes, de calmarla. Los silbidos saludaron sus palabras a favor de la ley y la justicia ordinaria.

La gente, cuyo número seguía creciendo, comenzó a tirar piedras a la prisión. Se dispararon algunos tiros de revólver contra los agentes del orden, pero ninguna bala los alcanzó. Al darse cuenta de que la resistencia era imposible de su parte, abrieron las puertas de la prisión. La multitud, después de haber lanzado una inmensa ovación en señal de satisfacción, se precipita allí con furia. Ella agarra al prisionero y lo arrastra, en medio de los gritos de ira de los asistentes y las súplicas de la víctima, en medio de la plaza principal del pueblo.

Inmediatamente se nombra un jurado. Después de haber examinado, por la forma, los hechos del juicio, declara culpable al acusado y lo condena a la horca sin demora. Inmediatamente se ata una cuerda a un árbol y, hecho esto, se lleva a cabo la ejecución. El negro, mientras su cuerpo se debatía en las convulsiones de la agonía, era blanco de los insultos y violencias de los espectadores. Le dispararon varios tiros de pistola y contribuyeron a aumentar las torturas de su muerte.

La multitud, ebria de ira y venganza, no esperó a que el cuerpo estuviera completamente inmóvil para desatarlo de la cuerda. Hizo desfilar su innoble trofeo por las calles de Dalton. Hombres y mujeres, los propios niños aplaudieron los ultrajes prodigados sobre el cadáver del joven negro.

Pero no hubo que detener la furia del pueblo. Después de haber atravesado el pueblo de Dalton en todas direcciones, pasó frente a una iglesia de negros. Allí se levantó una gran pira, y después de haber cortado y mutilado el cadáver, la multitud arrojó, en medio de las más ruidosas demostraciones de júbilo, los miembros y los pedazos de carne a las llamas”.

Este relato dio lugar a la siguiente pregunta propuesta en la Sociedad Espírita de París, el 28 de noviembre de 1862:

“Es comprensible que entre los pueblos civilizados se encuentren ejemplos aislados e individuales de ferocidad; y el Espiritismo da la explicación diciendo que provienen de Espíritus inferiores, de algún modo descarriados en una sociedad más avanzada; pero luego estos individuos, a lo largo de sus vidas, han revelado la bajeza de sus instintos. Lo que es más difícil de comprender, es que toda una población, que ha dado prueba de la superioridad de su inteligencia, y aun en otras circunstancias de sentimientos de humanidad, que profesa una religión de mansedumbre y de paz, pueda ser presa de tal vértigo sanguinario, y festejar con furia salvaje las torturas de una víctima. Hay un problema moral sobre el cual pediremos a los Espíritus que tengan la bondad de darnos una instrucción”.

Sociedad Espírita de París, 28 de noviembre de 1862. - Médium, Sr. A. de B...

La sangre derramada en los países renombrados, hasta el día de hoy, por sus tendencias al progreso humano, es lluvia de maldición, y la ira del Dios justo no podía tardar más en pesar sobre la morada, donde con tanta frecuencia, ocurre abominaciones como la que vosotros acabó de escuchar leer. En vano tratamos de ocultar las consecuencias que necesariamente conllevan; en vano queremos atenuar el alcance del delito; si es horrible por sí mismo, no lo es menos por la intención que le hizo cometer con tan horribles refinamientos, con tan bestial implacabilidad. ¡Interés! ¡interés humano! Los placeres sensuales, las satisfacciones de la soberbia y de la vanidad fueron allí, de nuevo, el motivo como en cualquier otra ocasión, y las mismas causas darán lugar a efectos similares, causas, a su vez, de los efectos de la cólera celestial, con que se amenazan tantas iniquidades. ¿Creéis que no hay progreso real sino el de la industria, de todos los recursos y de todas las artes que tienden a amortiguar los rigores de la vida material y a aumentar los goces de que queremos saciarnos? No; este no es sólo el progreso necesario para la elevación de los Espíritus, que son humanos sólo temporalmente, y sólo deben dar a las cosas humanas el interés secundario que merecen. El perfeccionamiento del corazón, de las luces de la conciencia; la difusión del sentimiento de solidaridad universal de los seres, del de fraternidad entre los humanos, son las únicas marcas auténticas que distinguen a un pueblo en la marcha del progreso general. Sólo por estas características una nación puede ser reconocida como la más avanzada. Pero aquellas que aún albergan en su pecho sentimientos de orgullo exclusivo, y ven la otra porción de la humanidad sólo como una raza servil, hecha para obedecer y sufrir, esos experimentarán, no lo duden, la nada de sus pretensiones y el peso de la venganza del cielo.

Tu padre, V. de B.




Disertaciones Espíritas

Se acerca el invierno (Sociedad Espírita de París, 27 de diciembre de 1862. - Médium, Sr. Leymarie)

Mis buenos amigos, cuando llega el frío y falta todo a la buena gente, ¿por qué no he de venir yo, yo, vuestro antiguo compañero de estudios, a recordaros nuestra consigna, la palabra caridad? Da, da todo lo que tu corazón pueda dar, en palabras, en consuelos, en cuidados benévolos. El amor de Dios está en vosotros, si sabéis, como fervientes Espíritas, cumplir el mandato que os ha delegado.

En los momentos libres, cuando el trabajo os deje descansar, buscad al que sufre moral o corporalmente; a uno da esta fuerza que consuela y aumenta el espíritu, a otro da lo que sostiene y silencia, ya sea las aprensiones de la madre cuyos brazos están ociosos, o la queja del niño que pide pan.

Han llegado las heladas, una brisa fría hace rodar el polvo: hasta pronto nieve. Esta es la hora en que debéis caminar y buscar. Cuántos pobres vergonzosos se esconden y gimen en secreto, especialmente el pobre hombre que vive en la sombra, que tiene todas las aspiraciones y carece de las primeras necesidades. Por esto, amigos míos, obrad sabiamente; que tu mano alivie y sane, pero también que la voz del corazón presente delicadamente el óbolo que puede herir dolorosamente la autoestima de un hombre de buena cuna. Es necesario, repito, dar, pero saber dar bien; Dios, el dador de todo, esconde sus tesoros, sus espigas, sus flores y sus frutos, y sin embargo sus dones, que secreta y laboriosamente han germinado en la savia del tronco y del tallo, llegan a nosotros sin que sintamos la mano que los dispensó. Haz como Dios, imítalo, y serás bendecido.

¡Vaya! ¡Qué bueno y hermoso es ser útil y caritativo, saber levantarse levantando a los demás, olvidar las pequeñas necesidades egoístas de la vida para practicar la atribución más noble de la humanidad, la que nos hace verdaderos hijos del Creador!

¡Y qué lección para los tuyos! Tus hijos te imitan; vuestro ejemplo está dando fruto, porque toda rama bien injertada es abundancia. El futuro espiritual de la familia siempre depende de la forma que deis a todos vuestros actos.

Te digo, y no puedo repetirlo lo suficiente, ganas espiritualmente si das y consuelas; porque Dios os dará y consolará en su reino que no es de este mundo. En él, la familia que honra y bendice a su líder inteligente, en esa parcela de realeza que Dios le ha dejado, es un alivio de todas las penas que trae la vida.

Adiós, amigos míos, sed todo amor, todo caridad.

Sansón.


La ley del progreso - Lyon, 17 de septiembre de 1862. – Médium, Sr. Émile V…

Nota. — Esta comunicación fue obtenida durante la sesión general presidida por el señor Allan Kardec.

Parece, si consideramos a la humanidad en su estado primitivo y en su estado actual, cuando su primera aparición en la tierra marcó su punto de partida, y ahora que ha recorrido parte del camino hacia la perfección, parece, digo, que todo bien, todo progreso, toda filosofía, en fin, sólo puede nacer de lo que le es contrario.

En efecto, toda formación es producto de una reacción, así como todo efecto es engendrado por una causa. Todos los fenómenos morales, todas las formaciones inteligentes, se deben a una perturbación momentánea de la inteligencia misma. Solamente, en la inteligencia, debemos considerar dos principios: uno inmutable, esencialmente bueno, eterno como todo lo que es infinito; la otra temporal, momentánea y que es sólo el agente empleado para producir la reacción, de la que cada vez surge, el progreso de los hombres.

El progreso abarca el universo por la eternidad, y nunca está más extendido que cuando se concentra en cualquier punto. No podéis considerar con una sola mirada la inmensidad que vive, en consecuencia, que progresa; pero mira a tu alrededor; que ves ahí.

En ciertas épocas, se puede decir en momentos previstos, señalados, surge un hombre que abre un nuevo camino, que escarpa las áridas rocas con las que siempre está sembrado el conocido mundo de la inteligencia. Este hombre es a menudo el más bajo entre los humildes, entre los pequeños, y sin embargo penetra en las altas esferas de lo desconocido. Se arma de valor, porque lo necesita para luchar mano a mano con los prejuicios, con las costumbres heredadas; lo necesita para superar los obstáculos que la mala fe siembra bajo sus pies, pues mientras quedan prejuicios que derribar, quedan abusos e interesados en los abusos; lo necesita, porque debe luchar al mismo tiempo contra las necesidades materiales de su personalidad, y su victoria, en este caso, es la mejor prueba de su misión y de su predestinación.

Llegado a este punto donde la luz escapa con bastante fuerza del círculo del que es el centro, todos los ojos están puestos en él; asimila todo el principio inteligente y bueno; reforma, regenera el principio contrario, a pesar de los prejuicios, de la mala fe, a pesar de las necesidades, llega a su fin, hace pasar un grado a la humanidad, hace saber lo que no se sabía.

Este hecho ya se ha repetido muchas veces, y se repetirá muchas veces, antes de que la tierra haya adquirido el grado de perfección que conviene a su naturaleza. Pero cuantas veces sea necesario, Dios proveerá la semilla y el arado. Este labrador es cada hombre en particular, como cada uno de los genios que lo ilustran con una ciencia a menudo sobrehumana. En todo tiempo han existido estos focos de luz, estos puntos de reunión, y el deber de todos es acercarse, ayudar y proteger a los apóstoles de la verdad. Esto es lo que viene a decir nuevamente el Espiritismo.

Apresuraos, pues, todos los que sois hermanos en la caridad; apúrate, y la felicidad prometida a la perfección te será concedida mucho antes.

Espíritu protector.



Bibliografía - La pluralidad de los mundos habitados

Estudio en el que se exponen las condiciones de habitabilidad de las tierras celestes discutidas desde el punto de vista de la astronomía y la fisiología; por Camille Flammarion, calculador del Observatorio Imperial de París, adjunto al Bureau des longitudes, etc. [1]

Aunque no se trata de Espiritismo en esta obra, el tema es uno que entra dentro del alcance de nuestras observaciones y los principios de la doctrina, y nuestros lectores nos agradecerán haberlo llamado su atención, persuadidos del avance, del poderoso interés que aportarán a esta lectura doblemente entrañable, por la forma y por el contenido. Encontrarán allí confirmada por la ciencia una de las revelaciones capitales hechas por los Espíritus. El Sr. Flammarion es uno de los miembros de la Sociedad Espírita de París, y su nombre aparece como médium en las notables disertaciones firmadas por Galileo, y que publicamos en septiembre pasado bajo el título de Estudios Uranográficos. Por este doble título nos complace otorgarle una mención especial, que será ratificada, no nos cabe duda.

El autor se esforzó en reunir todos los elementos susceptibles de sustentar la opinión de la pluralidad de los mundos habitados, al mismo tiempo que combate la opinión contraria, y, después de haberla leído, uno se pregunta cómo es posible dudar de esta cuestión. Añadamos que las consideraciones del más alto orden científico no excluyen ni la gracia ni la poesía del estilo. Podemos juzgar de esto por el siguiente pasaje donde habla de la intuición que la mayoría de los hombres, en contemplación ante la bóveda celeste, tienen de la habitabilidad de los mundos:

“…Pero la admiración que suscita en nosotros la escena más conmovedora del espectáculo de la naturaleza, pronto se convierte en un sentimiento de tristeza indescriptible, porque somos extraños a esos mundos donde reina una aparente soledad, y que no puede dar a luz la impresión inmediata porque la vida nos conecta a la Tierra. Sentimos dentro de nosotros la necesidad de poblar estos globos aparentemente olvidados por la vida, y en estas playas eternamente desiertas y silenciosas buscamos miradas que respondan a las nuestras. Como un audaz navegante exploró durante mucho tiempo los desiertos del océano en un sueño, buscando la tierra que se le reveló, atravesando con sus ojos de águila las más vastas distancias, y audazmente cruzando los límites del mundo conocido, para perderse finalmente en las vastas llanuras donde el Nuevo Mundo se había asentado durante siglos. Su sueño se hizo realidad. Salga la nuestra del misterio que aún la envuelve, y en el barco del pensamiento ascenderemos a los cielos para buscar allí otras tierras.”

El trabajo se divide en tres partes; en el primero, titulado Etude historique, el autor repasa la innumerable serie de eruditos y filósofos, antiguos y modernos, religiosos o profanos, que han profesado la doctrina de la pluralidad de los mundos, desde Orfeo hasta Herschel y el erudito Laplace.

“La mayoría de las sectas griegas, dice, lo enseñaban, ya sea abiertamente a todos sus discípulos sin distinción, o en secreto a los iniciados en la filosofía. Si los poemas atribuidos a Orfeo son suyos, podemos contarlo como el primero que enseñó la pluralidad de los mundos. Está implícitamente contenida en los versos órficos, donde se dice que cada estrella es un mundo, y en particular en estas palabras conservadas por Proclo: "Dios construye una tierra inmensa que los inmortales llaman Selene, y que los hombres llaman Luna, en la que levanta un gran número de viviendas, montañas y ciudades. “

El primero de los griegos que llevó el nombre de filósofo, Pitágoras, enseñó en público la inmovilidad de la Tierra y el movimiento de los astros a su alrededor como único centro de la creación, mientras declaraba a los adeptos avanzados de su doctrina su creencia en el movimiento de la Tierra como planeta y en la pluralidad de los mundos. Más tarde, Demócrito, Heráclito y Metrodoro de Quíos, los más ilustres de sus discípulos, propagaron desde el púlpito la opinión de su maestro, que se convirtió en la de todos los pitagóricos y la mayor parte de los filósofos griegos. Filolao, Nicetas, Heráclides, fueron los más ardientes defensores de esta creencia; este último llegó incluso a afirmar que cada estrella es un mundo que tiene, como el nuestro, una tierra, una atmósfera y una inmensa extensión de materia etérea. “

Además, agrega:

“La acción benéfica del Sol, dice Laplace, hace florecer los animales y plantas que cubren la tierra, y la analogía nos hace creer que produce efectos similares en los demás planetas; porque no es natural pensar, que la materia cuya fecundidad vemos desarrollándose de tantas maneras, sea estéril en un planeta tan grande como Júpiter que, como el globo terrestre, tiene sus días, sus noches y sus años, y en el cual, las observaciones indican cambios que suponen fuerzas muy activas... El hombre, hecho para la temperatura que disfruta en la Tierra, no podría, según todas las apariencias, vivir en los demás planetas. Pero ¿no debería haber una infinidad de organizaciones relativas a las distintas temperaturas de los globos y de los universos? Si la única diferencia de los elementos y los climas pone tantas variedades en las producciones terrestres, ¡cuánto más deben diferir las de los planetas y los satélites! “

La segunda parte está dedicada al estudio astronómico de la constitución de los diversos globos celestes, según los datos más positivos de la ciencia, y de donde se sigue que la Tierra no está, ni por su posición, ni por su volumen, ni por los elementos de que se compone, en una situación excepcional que podría haberle valido el privilegio de ser habitada con exclusión de tantos otros mundos más favorecidos en varios aspectos. La primera parte es erudición, la segunda es ciencia.

La tercera parte trata la cuestión desde el punto de vista fisiológico. Observaciones astronómicas que revelan el movimiento de las estaciones, las fluctuaciones de la atmósfera y la variabilidad de la temperatura en la mayoría de los mundos que componen nuestro vórtice solar, indican que la Tierra se encuentra en una de las condiciones menos ventajosas, una de aquellas, cuyos habitantes deben experimentar la mayoría de las vicisitudes, y donde la vida debe ser la más dolorosa; de lo cual el autor concluye, que no es racional admitir que Dios haya reservado para la habitación del hombre uno de los mundos menos favorecidos, mientras que los mejor dotados estarían condenados a albergar ningún ser vivo. Todo esto se establece, no sobre una idea sistemática, sino sobre datos positivos para los que han sido convocadas todas las ciencias: astronomía, física, química, meteorología, geología, zoología, fisiología, mecánica, etc.

Pero, añade, de todos los planetas, el más favorecido en todos los aspectos es el magnífico Júpiter, cuyas estaciones, apenas diferenciadas, tienen todavía la ventaja de durar doce veces más que las nuestras. Este gigante planetario parece flotar en los cielos como un desafío a los débiles habitantes de la Tierra, dejándoles entrever las pomposas escenas de una larga y dulce existencia.

Para nosotros, que estamos atados a la bola terrestre por cadenas que no nos es dado romper, vemos nuestros días extinguirse sucesivamente con el tiempo rápido que los consume, con los períodos caprichosos que los dividen, con estas estaciones dispares, cuyo el antagonismo se perpetúa en la continua desigualdad del día y la noche y en la inconstancia de la temperatura. “

Después de un elocuente cuadro de las luchas que el hombre tiene que sostener contra la naturaleza para asegurar su subsistencia, de las revoluciones geológicas que trastornan la superficie del globo y amenazan con aniquilarla, agrega: “Siguiendo tales consideraciones, ¿podemos afirmar todavía que este globo es, incluso para el hombre, el mejor de los mundos posibles, y que muchos otros cuerpos celestes no pueden ser infinitamente superiores a él y reunir, mejor que él, las condiciones favorables al desarrollo y a la larga duración de la existencia humana?”

Luego, conduciendo al lector a través de los mundos en la infinidad del espacio, le muestra un panorama de tal inmensidad, que uno no puede dejar de encontrar ridículo e indigno en el poder de Dios la suposición de que, entre tantos billones, nuestro pequeño globo, desconocido aun para gran parte de nuestro sistema planetario, sea la única tierra habitada, y nos identificamos con el pensamiento del autor cuando dice, en conclusión:

"¡Vaya! si nuestra vista fuera lo suficientemente aguda para descubrir, donde solo distinguimos puntos brillantes contra el fondo negro del cielo, los soles resplandecientes que gravitan en la amplitud, y los mundos habitados que los siguen en su curso; si se nos concediera abarcar, bajo una mirada general, estas miríadas de sistemas interdependientes, y si, avanzándonos con la velocidad de la luz, atravesáramos durante siglos de siglos este número ilimitado de soles y esferas, sin encontrar jamás fin alguno a esta prodigiosa inmensidad, donde Dios hizo germinar mundos y seres, volviendo la mirada hacia atrás, pero sin saber ya en qué punto del infinito encontrar ese grano de polvo que llamamos Tierra, nos detendríamos fascinados y confundidos ante tal espectáculo, y uniendo nuestras voces al concierto de la naturaleza universal, diríamos desde el fondo de nuestra alma: ¡Dios todo poderoso! ¡Qué necios fuimos al creer que no había nada más allá de la Tierra, y que sólo nuestra pobre morada tenía el privilegio de reflejar tu grandeza y tu poder! “

Terminaremos a nuestra vez con una puntualización, y es que, viendo la suma de ideas contenidas en esta pequeña obra, uno se sorprende de que un joven, de una edad en la que otros todavía están en los bancos del colegio, haya tenido tiempo de apropiarse de ellos, y tanto más para profundizarlos; es para nosotros la prueba evidente de que su Espíritu no está en su principio, o que sin su conocimiento, fue asistido por otro Espíritu.



[1] Folleto grande en 8. Precio: 2 francos.; por correo, 2 fr. 10; en Bachelier, impresor-librero del Observatorio, 55, estación des Grands-Augustins.


Suscripción a favor de los trabajadores de Rouen

Está abierta una suscripción, en la oficina de la Revista Espírita, calle y pasaje Sainte-Anne, 59, en beneficio de los trabajadores de Rouen, ante cuyo sufrimiento nadie puede permanecer indiferente. Ya varios grupos y sociedades espíritas nos han enviado el producto de sus cuotas; invitamos a los que tengan intención de participar a que aceleren su envío, ¡porque el invierno ya está aquí! La lista será publicada. (Ver arriba, página 26, comunicación del Sr. Sanson.)

Allan Kardec